Dos “ideales” en dos partidos políticos; por un mismo mentor: Profesor Juan Emilio Bosch Gaviño
Por: Rafael P. Rodríguez
boyeregard@gmail.com
Todo sentimiento de dominación que se desvía de sus cauces originales, si fueron dignos, si procuraron imponer una doctrina del llamado “bien común”, si crearon esperanzas ciertas de redención y no se concretaron en virtud de la corrosión de sus cimientos, arriesga su mismo porvenir y los de otros. El control del poder a través de medios serios incuestionables, es una obra de envergadura que requiere un espíritu armónico y una voluntad bastante acerada.
La fulgurante nave de un partido de la Liberación Dominicana que accede al poder a mediados de la década pasada deslumbra a la clase media, ávida de probar sus exquisiteces.
Esa clase ha elaborado sus fragancias, sus heroicidades y sus imbricaciones durante un trayecto de medio siglo sin apenas compartir ninguna de esas fulguraciones con los de abajo.
Estos tienen que conformarse con asistir al espectáculo desde unas gradas cada vez más oscurecidas y degradadas. El obstáculo más elevado en la gimnasta del poder es la corrupción.
Ella desvanece imperios, deshace las alianzas más sólidas y enajena glorias que parecían inconquistables. Por igual clausura fiestas que, sin menoscabo de cualquier otra consideración, se habían decidido por lo infinito. La purga callada contra la herencia boschiana rígida en su praxis hostosiana de una ética irrenunciable comenzó temprano, con el primer gobierno del partido de la Liberación Dominicana.
Se reclamaron otras referencias políticas, otros liderazgos más afines al proyecto estratégico. Y el histórico Bosch ya fallecido que aún viviendo ya no estaría en condiciones de abortar a de refutar los nuevos condicionamientos y las alianzas nuevas con los viejos esquemas. De ahí que se impusiera la tesis pragmatista del dejar hacer y dejar pasar.
La idea perfilada cuidadosamente por Bosch centrada en el lema “servir al partido para servir al pueblo” quedó aplazada y con ella fue asimismo aventada para que volara a otras realidades la “ideología Boschista” que se intentó inútilmente aplicar.
El ejercicio del poder reclamaba otras expectativas como la del progreso personal, por ejemplo. Y mientras, la del pueblo llano mantiene sólo las expectativas de que algo funcione bien en medio de crecientes dificultades, de cuestionamientos sistemáticos sobre corrupción, servicios deteriorados y otras novedades que ya no lo son. Nadie se a través a dar el paso que reinaugure el boschismo en el partido pues incluso escasean los elementos integrantes de su filosofía de vida que resulta de duro cumplimiento y más aún teniendo por delante las exigencias no sólo protocolares del poder. Se hace inmenso el trabajo casi imposible, se diría recomponer al PLD en su estructura ética original. Ya no se trata de un problema de slogans, de protocolo, de reimponer nuevos liderazgos. La intricada composición de una organización política que ha accedido al poder por tres ocasiones consecutivas o alternas impone nuevas precisiones y elucidaciones. La recomendación de reducir a la justicia a uno u otro funcionario corrupto para posicionarse políticamente ante las nuevas expectativas electorales luce, además de cínica, políticamente infantil. Ese es un problema de soluciones de emergencia en medio de la tormenta. Reposicionar una meta política para hacerse confiable, para recuperar además de energías, la confianza pública es tan alargo plazo como verticalmente casi intransitable. Esas organizaciones maleadas en el tinglado sistémico, es decir, ganadas por la tradicionalidad, deberán continuar así hasta que un nuevo concepto de hacer política las sustituya a o las estremezca en sus cimientos hasta hacerlas viables como pudieron haberlo sido justo al comienzo de sus primeros pasos.
Lo demás es el sueño con lo imposible, la pesadilla infinita, la búsqueda de estrellas que finalmente se quedaron sin energía.
Fuente: el nacional
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