jueves, 22 de noviembre de 2018


                                 TRAS 57 AÑOS DE AGÓNICA BUSQUEDA
                                          
                                        República Dominicana cuaja un cambio democrático

Desde que en la noche del 30 de mayo de 1961 un puñado de valientes emboscó y ajusticio al tirano Rafael Trujillo, el pueblo dominicano ha vivido en incesante agonía por organizarse como un país democrático, con instituciones que sirvan de base a un régimen de equidad social y convivencia cívica.

Por Nelson A. Marte y Juan Bolívar Días
laverdadenverdad.blogspot.com

boyeregard@gmail.com

A 57 años del tiranicidio los dominicanos han logrado mantener un crecimiento económico positivo que, salvo pocas y breves caídas, se ha mantenido entre un 5 y un 6% del Producto Bruto Interno (PIB), por encima del promedio de la subregión en que se ubica, Centroamérica y el Caribe.
   Pero ese sostenido crecimiento económico no se ha traducido en significativos niveles de desarrollo y equidad social, ni contribuido a afianzar las instituciones que definen a un estado democrático moderno, debido sobre todo a la ambición y la falta de miras de una clase política que, hoy es el grupo más desacreditado, indican todas las encuestas.
    A la inestabilidad política posterior a la muerte de Trujillo, que incluyó la instalación de varios gobiernos en menos de dos años, el derrocamiento del ensayo democrático del presidente Juan Bosch en 1963, que tuvo como consecuencia una guerra civil y la segunda intervención de tropas militares norteamericanas en (1965-1978), de Joaquín Balaguer autodefinido como “un cortesano de la Era de Trujillo”.
     En 1996 Leonel Fernández, del Partido de la Liberación Dominicana, llega al gobierno de las manos de Balaguer y retoma el poder tras el gobierno de Hipólito Mejía, 2000-2004, del Partido Revolucionario Dominicano, y hasta el día de hoy se han sucedido en el poder Leonel Fernández 2004-2012, y el actual presidente Danilo Medina desde 2012 hasta la actualidad. Medina retomó la Constitución para volver a repostularse e imponer su reelección con el amplio margen de un 62%, en unas elecciones que el reconocido especialista en materia electoral Daniel Zovatto calificó como “un retroceso”, porque no se establecieron las normas y condiciones de legitimidad, equidad y trasparencia que deben pautar un certamen electoral democrático.
    La permanencia de 20 años de gestiones gubernamentales casi ininterrumpidas del PLD, fundado por el civilista Juan Bosch, han conducido al país a tales niveles de deterioro económico, social, ético e institucional que se encuentra abocado a una especie de cul-de-sac.
     El modelo de gobierno del PLD se ha caracterizado por desarticular y hacer disfuncionales los poderes del Estado, incluyendo la sumisión total del Congreso Nacional, la justicia, la Cámara de Cuentas, la Junta Central y el Tribunal Superior Electoral, e incluso la mayoría de los medios de comunicación.
     En vez de encaminar su ya larga gestión por la reforma y modernización del disfuncional Estado, los gobiernos del PLD lo han hipertrofiado y convertido en una maquinaria política clientelar parasitaria de los sectores productivos, apropiado grades recursos del Estado en favor de sus planes partidarios, sin importarles que se traduzcan en grades déficits públicos y una galopante e insostenible deuda pública.
    En la alternativa a ese controversial panorama figura Luis Abinader, quien compitiera tan desventajosamente con Medina en las elecciones de 2016, y que hoy encabeza la preferencia presidencial de todos los partidos y corre prácticamente sin competencia en la carrera interna del Partido Revolucionario Moderno (PRM).
    Tan temprano como el 19 de noviembre de 2017, Abinader proclamó que al país le llegó la hora de “articular una gran alianza para ganar las próximas elecciones e instaurar un gobierno que administre el país en función de grades metas y objetivos nacionales”.
    Exhortó “unir a las fuerzas, sectores y personalidades dispuestas a que el país corrija el mal derrotero que lleva, caracterizado por la mala calidad del gasto público, endeudamiento excesivo, caída de la competitividad, desempleo, poder adquisitivo real frisado desde los años 90s, frente al alto costo de la vida”.
    Hoy, en la acción unitaria de la mayoría de los partidos de oposición en apoyo a las reformas políticas y electorales que aseguren elecciones justas y trasparentes a partir de 2020, y la insistencia en un programa mínimo que los unifique para sustituir al desgastado modelo de gobierno del PLD, están dadas las condiciones para que cuaje un cambio que encarrile a República Dominicana por una democracia efectiva y un régimen de equidad e inclusión social.
Fuente: Acción Política
Página: 14-16