SEMPITERMO ASOMBRO DEL DIOS QUE ES
HOMBRE
Por Bienvenido Pérez García
¿ Sabías
usted que Jesucristo, el eje de la religión más extraordinaria que haya surgido
en La Tierra, el que Pedro llamó “ El Hijo del Dios Viviente” reía, bromeaba, comía
con ganas, tuvo infancia y jugaba y hasta bailaba?
Increíble podría parecer esto a muchos, que inspirados en la cultura
abnegada y pictóricas tradiciones pías, han concebido y fabricado colectivamente
a un Jesús etéreo, ausente, solemne, inapetente, apacible, olvidado que también
era, es hombre y que su humanidad nunca le abandonará.
La eterna paradoja de Dios y humano, de Jesús, sigue siendo objeto de
inacabables discusiones, exámenes, desconcierto, admiración, posiciones, mentís
y explicaciones que no parecen debilitarse con los siglos y milenios.
Por supuesto, en la lejanía del tiempo hay quien ponga en duda la veracidad
de estos hechos, de los milagros y divinidad, aduciendo imposibilidad de que
ocurrieran, porque contravienen la naturaleza, las leyes de la física. Pero,
¿De cuál física hablan? ¿De la que aprendimos en los últimos doscientos años o
la que Einstein y Ettore Majorana nos empezaron a revelar en la década de 1930,
la física cuántica, por la que sabemos
hoy de la coexistencia y simultánea
ubicuidad de la materia en lugares, planos, dimensiones y estadios temporales
diferentes?
Elaine
Paigels, Karen Armstrong y Bart D. Ehrman, sin quizàs, las màs destacadas
autoridades contemporáneas en investigación del Cristianismo primitivo y el
pre-cristianismo nos han traído una nueva y fresca visión reveladora de
contenidos mucho más vastos, que nos permiten apreciar una extraordinaria
riqueza sobre el Dios-hombre, aproximándonos más a Él.
El advenimiento de Jesús y la difusión de sus enseñanzas trajeron una
multitud nunca entes vista de adeptos en los primeros doscientos años tras su
paso por el mundo. Muchos Evangelios fueron escritos en estos primeros años.
Casi todas estas narraciones, que se estiman en 46, fueron destruidas o
quemadas a partir del Concilio de Niza, convocado en el siglo IV por el primer
emperador cristiano, Constantino, permaneciendo y validando sólo 4, que son las
incluidas en el Nuevo Testamento.
Por un accidental descubrimiento en 1945, unos campesinos encontraron en
las cuevas de Nag Hamadi, Egipto, una enorme vasija de barro sellada,
encontrando muchos de estos evangelios, que monjes coptos habían, en aquel
remoto entonces, decidido no quemar ni destruir.
Otros evangelios desconocidos han sido descubiertos en antiguas
bibliotecas. Se han rescatado parcialmente hasta ahora, dieciséis de estos
evangelios, escritos la mayoría en los mismos tiempos que los que aparecen en
el Nuevo Testamento, con pasajes y revelaciones extraordinarias, cautivantes,
maravillosas de Jesús.
¿Cómo no deleitarse con lo relatos del Evangelio de la Infancia de Jesús?
Uno de estos, el que, ante la tragedia de otro niño amigo que había caído de un
techo al que había subido, para demostrar su inocencia a los padres del niño
muerto, que le acusaban de ser el responsable de su caída, resucitó al infante,
para que de sus labios le confirmara a sus progenitores que él, Jesús, no le empujó,
causando regocijo y temor por la resurrección.
¿Y las danzas que realizaba Jesús acompañado de sus discípulos,
abrazados en línea o en circulo, (amanera de los bailes típicos griegos contemporáneos)
que nos consigna entre varios de estos evangelios apócrifos?
Nos dejamos sustraer por la sorpresa y el encanto ante los besos
cariñosos que Jesús daba a sus amigos, a muchos de sus discípulos y que recibía
de ellos, incluida una de sus apóstoles, María Magdalena como se describe en
las dos versiones del Evangelio de María, que trata, no de la madre de Jesús
sino de la propia Magdalena. En éste, se consigna la notoria primacía, entre
los principales discípulos de Jesús, de María de Magdala, la Magdalena.
Y visitando las enseñanzas del Evangelio de Tomás, (Otro de los varios Tomás,
el mellizo –Didimus) que no llegaron al definitivo Nuevo Testamento, se nos
revela de manera incontrovertible la sabiduría de Jesús expuesta tan
hermosamente, como cuando decía: “Si das a luz aquello que está dentro de ti,
te salvarás, pero si no das a luz y no sacas eso que está dentro de ti, y que
quiere salir, te destruirá”.
El Hombre- Dios que reía, bromeaba, comía, besaba y danzaba es el mismo
Dios- Hombre que se trasfiguraba en ser de blanquísima luz insoportable y
desquiciante para Pedro y acompañante: No son dos, sino uno, sin tiempo ni
espacio y que conforme nos adentramos en los misterios y revelaciones de la física
cuántica, como nos hemos adentrado en la firmeza de la Fe, son perfectamente
conciliables, compatibles. Todos los Evangelios originales encontrados, y quizás
algunos pendientes de ser descubiertos, son la muestra evidente del inmenso,
colosal efecto que suscitó en el mundo de entonces la presencia de Jesús, con
testimonios y versiones que antes, como hoy, nos siguen maravillando, ante el
riesgo, la confianza y la sorpresa de Dios al estar entre nosotros. Preludio de
que nos esperan portentosos descubrimientos convergentes de Ciencia y Fe. Nos
aguardan pues, prodigiosas propuestas de lo que aún no somos y estamos
destinados a ser.
Fuente: Diario Libre.
Fecha: 1-9-2016.
Pagina: 26.