Las promesas de Educación a la escuela del tamarindo (Narciso González) en Los Alcarrizos.
Escritor: Bartola Boyer Otaño
boyeregard@gmail.com
Opinión
Ver las caritas de niños y niñas, tratando de entender el porque de las razones que les prohíbe recibir el pan de la enseñanza; observar las gallardías de educadores que días tras días se desplazan con el ahínco, alimentado por la fe de abrirles el camino de la esperanza a quienes con orgullo enfrentan el hambre y las precariedades que les atañe en su condición de infante hijos de la pobreza. Vivir un compás de espera, para realizar sueños en una sociedad donde la educación debía de ser los parámetros más idóneos en aras del crecimiento nutrido por las enseñanzas. ¡Como en una jarda! de la loma o cordillera más apartada de los llanos poblados por habitantes con privilegios de usar los servicios que demanda una sociedad civilizada, pero en los entornos de esta comunidad parece que se detuvo el procreso. Es el parentesco y similitud presentado por este Rancho, que como nombre lleva “Escuela del Tamarindo”. Niñas que tras las necesidades de un ser humano, tienen que exponer sus cuerpo frágiles, en letrinas, con puertas improvisadas de sacos, tablas, hojas de zinc, y en algunos casos el cuerpo de una compañera que se presta para tapar la visibilidad, de curiosos mal educados. Esperamos la ministra de Educación, Josefina Pimentel, sea la solución a un reclamo de voces infantiles, que a visto pasar diferentes funcionarios en la cartera. Mis felicitaciones para la periodista Yanet Féliz, del periódico El Día; y de paso al medio por su oporte a la Sociedad, con un trabajo cargado de verdades dignas de ser tomadas en cuentas. Nuestra Nación se merece que cada niño o niña de provisto de recursos tenga las facilidades de emerger de entre los escombros de la pobreza extrema. Sin una educación de calidad nuestros jovenes no tendran las oportunidades de arcanzar sus sueños en una Universidad.
Escritor: Bartola Boyer Otaño
boyeregard@gmail.com
Opinión
Ver las caritas de niños y niñas, tratando de entender el porque de las razones que les prohíbe recibir el pan de la enseñanza; observar las gallardías de educadores que días tras días se desplazan con el ahínco, alimentado por la fe de abrirles el camino de la esperanza a quienes con orgullo enfrentan el hambre y las precariedades que les atañe en su condición de infante hijos de la pobreza. Vivir un compás de espera, para realizar sueños en una sociedad donde la educación debía de ser los parámetros más idóneos en aras del crecimiento nutrido por las enseñanzas. ¡Como en una jarda! de la loma o cordillera más apartada de los llanos poblados por habitantes con privilegios de usar los servicios que demanda una sociedad civilizada, pero en los entornos de esta comunidad parece que se detuvo el procreso. Es el parentesco y similitud presentado por este Rancho, que como nombre lleva “Escuela del Tamarindo”. Niñas que tras las necesidades de un ser humano, tienen que exponer sus cuerpo frágiles, en letrinas, con puertas improvisadas de sacos, tablas, hojas de zinc, y en algunos casos el cuerpo de una compañera que se presta para tapar la visibilidad, de curiosos mal educados. Esperamos la ministra de Educación, Josefina Pimentel, sea la solución a un reclamo de voces infantiles, que a visto pasar diferentes funcionarios en la cartera. Mis felicitaciones para la periodista Yanet Féliz, del periódico El Día; y de paso al medio por su oporte a la Sociedad, con un trabajo cargado de verdades dignas de ser tomadas en cuentas. Nuestra Nación se merece que cada niño o niña de provisto de recursos tenga las facilidades de emerger de entre los escombros de la pobreza extrema. Sin una educación de calidad nuestros jovenes no tendran las oportunidades de arcanzar sus sueños en una Universidad.
