martes, 5 de febrero de 2013



¡Un albergue…! para los indigentes…
Carta de mi Baúl

Por: Bartolo Boyer Otaño
boyeregard@gmail.com

Quise dialogar con el desamparado y conocer a profundidad la realidad del abstracto reflejo de su imagen. Según Reyes Sánchez, hombre de carácter inofensivo y  aspecto descuidado por las visibles precariedades de conocimientos y luz mental, de la que carece, me hizo saber que su sexo era masculino, cuando me informo que su nombre era Luis José Reyes Sánchez, dijo que  cuando era un niño escucho una cuantas veces que algunas personas de su familia les decían José Reyes, y otras  veces les decían Luis Sánchez.

    A seguida se activó mi apetito de curiosidad por saber cuantos años tenía; con risas de burlas en sus labios como si estuviera dialogando en sus cincos sentidos me dijo: ¡ja, je, ja, je, jaaa! ¿Qué cuantos años yo tengo? ¡je,ja,je,ja,jeee!  Te digo… yo no sé…

     Luis José Reyes, “suena como el nombre de un actor”, y pareciera que es una escena donde un pordiosero, lucha por sobrevivir en el vecindario de un país  o de una ciudad. Pero la realidad es: que este drama es real; es la pura realidad sufrida y vivida por quienes no tienen quien lo socorra y los ayude en su demencia.

       Ala vista de los turistas este hombre es el foco de atención para esos extranjeros que buscan llevar a sus países, algo novedoso de lo cual comentar y difundir a gran escala con sus amistades ¡y  porqué no…! hasta criticar nuestro país.

      Fue entonces cuando me pregunta ¿y porqué el Ministerio de Turismo no crea un fondo para los indigentes y enfermos mentales que deambulan por las calles, avenidas, parques, residenciales y centros turísticos del país?

Y  así construir un albergue donde haya un personal especial que  trate  estos vástagos de las noches, del sereno, de las lluvias, del sol, de las madrugadas y de las burlas crueles e inhumanas. Es deprimente ver un inofensivo enfermo de la mente como este… caminar por nuestras aceras,  por nuestras demarcaciones territoriales, sin rumbo fijo…como sí se tratase de un animal extraviado en la gran ciudad.

    Quién suscribe: ha sido testigo de ver como la seguridad privada de los residenciales acosan los indigentes para que se alejen de sectores de las más altas esferas, donde los incapaces mentales acuden a ejercer el llamado “buceo”, en los zafacones en busca de alimentos donde habitan moscas inmundas por millones suciedad  por doquier, para atrapar una  bolsa donde son sacados los desperdicios y desechos destinados para la basura.

     Es penoso que las autoridades llamadas a regular estos casos sociales, no tengan una certeza ni la estadística  de los números de personas con problemas mentales y ni cual de las enfermedades en más común entre ellos.

     República Dominicana  guarda en un rincón de la Era de Rafael Leonidas Trujillo, la historia de un héroe anónimo de nombre Antonio Zaglul Elmúdesi, un eminente médico psiquiatra, escritor, profesor universitario y diplomático, dominicano oriundo de San Pedro de Macorís, y de origen libanés.

     Fue este galeno el artífice de enfrentar al tirano Trujillo, planteándoles la necesidad de que se construyera un Sanatorio Psiquiátrico modelo y persuadirlo hasta conseguir que el proyecto se realizara. Según Zaglul,  el Sanatorio con todos los elementos necesario para tratar a los enfermos mentales costó millones de pesos.

     El Benefactor de la patria (Trujillo), ordenó que se construyera en el kilometro 28. Pero no por compasión de los enfermos, sino para satisfacer su megalomanía. Alguien dijo algo peor: había hecho el nuevo Manicomio para alejar a los locos de su  hacienda “La Marías”.

     Fue preparada una enorme plata física: una inmensa cantidad de tierra, departamento de consulta, medicina física, departamento de agudos, crónicos, pabellones de niños retrasados, colonias para laborterapia, en fin un planter para enfermos psiquiátricos.

    Según Antonio Zaglul, en su libro Mis 500 Locos, el Padre Billini, de quien el Hospital toma su nombre, inició a principios del 1900 lo que cuatrocientos años atrás había hecho en España el Padre Joffré, otro compañero religioso. Decidido a ayudar a los enfermos mentales, el Padre Billini, había habilitado un anexo de una Iglesia de la época de la Colonia, que estaba en ruinas, para darle hospedaje a los insanos de la Capital dominicana.

      En sus comienzos, la institución tenía por norma que los familiares de los enfermos suministraran los alimentos. Más tardes, con limosnas, rifas y la organización de la Lotería Nacional, se pudo mejorar en algo el precario capítulo económico de la institución, que conjuntamente con la Beneficiencia, como Hospital General, y el Lazareto, también había fundado este heroico sacerdote.  Los servicios médicos eran ofrecidos gratuitamente por los galenos, y damas de nuestra sociedad colaboraban en pro-del mejor funcionamiento de ese incipiente centro.

 Diplomático y educador nació el 2 de abril del 1900, Antonio Zaglul, profesional en barias disciplina, tubo como profesor de psiquiátrica al reputado psiquiatra español Doctor Juan José López Ibor, autor entre otros de los libros “El español y su Complejo de inferioridad”, y “La Angustia Vial”, En la República Dominicana.

    Fue Zaglul, uno de los pioneros en hacer estudios sobre las enfermedades mentales a cuya práctica dedico su útil vida. En su obra Mis 500 Locos, el profesional de la conducta humana, dedica la paginas 29,30 y 31, para resaltar la escases de sanatorios psiquiátricos en la prehistoria.



HISTORIA DE LOS MANICOMIOS



A través de la historia de la Medicina y de su prehistoria, no existían los sanatorios psiquiátricos, sino más bien centros de reclusión de los enfermos mentales, especialmente los agitados o furiosos, porque los mansos deambulaban a la buena de Dios y vivían de limosnas.

    Para la época de Las Cruzadas, en toda la ruta hacía tierra Santa, se organizaron centros hospitalarios, y en algunos sitios, centros de reclusión de enfermos mentales. La idea predominante en esa época era recluir al loco furioso para evitar el daño físico que pudiera producir a los sanos.

      Ya para el siglo XI existían, más que verdaderos manicomios, grades centros de reclusión de enfermos mentales, tanto en Londres como en parís o Valencia. Dada la idea de que las enfermedades mentales eran producidas por posesiones diabólicas, la mayoría de estos centros estaban a cargo de organizaciones religiosas, como la orden de San Lorenzo; después, la de los hermanos de San Juan de Dios, y muchas otras. Los médicos de esa época ni siquiera soñaban que con los años el estudio de las enfermedades mentales sería una de sus especialidades. El mismo gran filósofo alemán, Kant, insistía en sus Cátedras en que los enfermos mentales deberían ser atendidos por los filósofos, quienes les enseñarían la verdad de la vida y el verdadero camino que deberían seguir.

     El Padre Joffré, de Valencia, España, cambia por completo el panorama. En el sanatorio de su ciudad natal hace su gran revolución nunca olvidada. Se interna al enfermo no0 para que no haga daño, sino, por el contrario, para que no se le haga daño a él. Con este precursor se hace más humanitario el tratamiento de los locos.

      Casi al mismo tiempo, en Londres, en el Manicomio Bethlehem, y sin tener conocimiento de la labor del Padre Joffré, en Valencia, adoptan nuevo métodos para el tratamiento de los enfermos mentales.

      Sin embargos, van a pasar muchos años hasta la llegada al mundo de Pinel.

          Pero hablemos de Gheel, porque no se puede escribir la historia de los manicomios sin mencionarlo.

           Según los tratados, crónicas de la época, Santa Dymphna, hija de un rey  de Irlanda que había enloquecido y sentía un amor incestuoso por su propia hija, marchó a Bélgica con el fin de huir del padre y consagrar su vida a Dios. El padre la persigue y la encuentra en Gheel. Con sus propias manos la asesina.

           En el sitio donde fue enterrada se construye una Iglesia, y Dymphna se convierte en la protectora de los enfermos mentales comienzan los milagros y Gheel se convierte en la ruta obligada de todos los enfermos mentales de Europa.

           Se construyen santuarios en los alrededores de la Iglesia donde se guardan sus restos, pero el afluir de enfermos es mucho mayor que la capacidad de los nuevos edificios. Se llevan los alienados a las casas del poblado y se habitúan los habitantes de Gheel a cuidar de los insanos.



TERAPIA RELIGIOSA



Después se dictaron pautas de una terapéutica de tipo religiosa para los enfermos, y una vigilancia especial para evitar el escarnio que se pudiera cometer con ellos. Todavía tienen vigencia algunos de los principios recomendados para el tratamiento de los enfermos mentales.

    En el siglo pasado, el gobierno belga reorganizó la Colonia psiquiátrica de Gheel, y hasta nuestros días permanece como modelo de organización.

    Pasan los años y el desdén hacia el loco hace que se olviden del Padre Joffré y de su bondad hacia el enfermo de la mente. Bethlehem, durante más de un siglo, se compadece de los orates. Al que ingresa se le trata como a un verdadero enfermo, se utilizan los rudimentarios médicos terapéuticos de la época y a su reingreso en la sociedad se le entrega a cada enfermo una especie de cédula personal de identidad. Esta conlleva ciertos privilegios, ya que se le prestaba toda clase de ayuda, transporte gratuito y hospedaje, alimentos y protección.

   Era una gran época para los enfermos mentales pero iba a durar poco tiempo. Ladrones y asesinos comenzaron a robarles las insignias de los bedlamitas, nombre con el cual eran conocidos, y comenzaron a abusar de estos privilegios y a cometer fechorías.

     El pequeño rasgo humanitario que le había dado el pueblo Inglés al enfermo mental, se pierde frente a la incomprensión. Vuelve a ser Bethlehem un cruel centro de reclusión de locos, asesinos y ladrones.