martes, 8 de mayo de 2012

¿Será que aún vive en los Estados Unidos de Norteamérica “El kkk”???



 ¿Pertenecen algunos agentes del servicio secreto Estadounidense a algunas ramificación del ku klux klan?

Por: Bartolo Boyer Otaño
boyeregard@gmail.com

Análisis

El presidente de los Estados Unidos Barack Obama, a logrado éxito, en un país donde predomina la raza  Blanca, y donde ninguno de los presidente de las ultimas tres décadas han logrado obtener una fusión consensuada con su anglosajón y orgullosa Nación Yankees.
  Las guerras en el Medio Oriente Obama, a jugado un papel fundamental tomando de las  manos el dialogo y las políticas de desarme  en países  bélicos, dejando ver un liderazgo  en la búsqueda del entendimiento y la paz, en la regiones Afganas, Asiáticas, Iraníes y en Pakistán. Los elementos y herramientas que construyen el alcance de la nación Norteamericana, llevan como punta de lanza la hegemonía de un presidente carismático y autoritario, pero con una sutileza capas de hacer entender sus rivales en las difíciles polémicas internacionales sin el uso de un desacierto en su política democrática.
   Parece ser que tal política, no les favorece ha algunos grupos poderosos en los Estados Unidos de Norteamérica.  y  producto de eso es que las estadísticas  arrojan datos: como qué Barack Obama, es el presidente Norteamericano con más atentado que todos los presidente de los Estados Unidos.

 Chispa

Sectores ocultos en los estamentos del poder en la Casa Blanca, Washington o en el pentágono, de seguro no vieron con buenos ojos, los comentarios del presidente de la Nación Barack Hussein Obama, cuando este  se puso de ejemplo: como un padre afroamericano, lo es el padre del adolecente de 17 años, desarmado  fue ejecutado por George Zimmerman, el jefe de guardia de un vecindario en la Florida, que declaró que disparo a  Trayvon  Martin, en defensa propia.
  Obama dijo que la muerte de Trayvon Martin hace especial eco en él  porque es un padre afroamericano. Agregó, “Si yo tuviera un hijo, se vería como Trayvon”, haciendo alusión a su condición de hombre de color y de lo horrendo del crimen.
   Barack Obama clamó  dijo que la nación debe hacer una “búsqueda en el alma para averiguar cómo pudo suceder algo como esto”.
Fue una expresión humana de un presidente de color, que no conoce las diferencias raciales   porque gobierna para el mundo y el mundo no tiene color de piel.
 Otra demostración de admiración fue cuando el presidente Norteamericano Barack Obama, exhortó el 16 -1- 2012, durante un breve discurso en el centro Educativo Browne de esta capital, donde acudió con su esposa Michelle y su hija Malia, para participar y recordar la memoria del líder cívico Martin Luther  King, quien fue asesinado el 4 de abril de 1968, en Memphis Tennessee.
 Todas estas acciones del mandatario estadounidense, de seguro han dejado una estela  de  juicio en algún lugar donde se ocultan las manos históricas de  organización de extrema derecha en los Estados Unidos, donde fue fundad por primera vez, la encarnación del Klan en el año 1865, por veteranos  después de la Guerra de Secesión, quienes se resistieron a la Reconstrucción del nuevo sistema.
  Sin embargo, hubo una reacción que en poco tiempo llevó a la organización  al declive, pues las élites sureñas veían al Klan como un pretexto para que las tropas federales estuvieran activas en los Estados del Sur. El KKK fue formalmente disuelto en 1870 por el presidente republicano Ulysses S. Grant, a través del Acta de derechos civiles de 1871 (conocida como “El Acta Ku-KLUX Klan”)
    El segundo KKK fue una organización más formal, con membrecía  registrada y con una estructura estatal y nacional. El número de miembros llegó a ser de 4ª5 millones. La popularidad del Klan comenzó a caer en la Gran depresión de 1929, y durante la Segunda Guerra Mundial, ya que algunos miembros destacados del Klan protagonizaron escándalos por apoyar a la Alemania nazi.
  El Ku Klux Klan original fue creado después de la Guerra Civil Americana de Estados Unidos, el 24 de diciembre de 1865. Lo crewaron seis veteranos Confederados de clase media y baja, molestos con la situación en su pueblo, Pulaski, Tennessee, en los años de la postguerra.
  El Ku Klux Klan  buscó el control político y social de los esclavos liberados. En particular, intentó socavar la educación, el avance económico, el derecho a portar armas y los derechos electorales de los afroamericanos. Sin embargo, el Klan no se limitó a actuar contra estas etnias, pues los republicanos del Sur también fueron Blanco de sus tácticas intimidatorias. Frecuentemente, obtenían sus propósitos mediante la violencia. Por ejemplo, en las elecciones generales de Georgia, en abril de 1868, el condado de Columbia registró 1,222 votos para el candidato republicano a noviembre de ese año, en el mismo condado sólo hubo un voto a favor del candidato republicano Ulysses S. Grant.
  Tres miembros del Ku Klux Klan  fueron arrestados en Missipi, en septiembre de 1871, por el intento de asesinato de una familia. Los miembros del Klan easeguraron haber matado a más de ciento cincuenta negros en un solo condado de la Florida, y cientos más en otros condados. Una proclamación hecha por Gordon en 1868  resume varios de los asuntos detrás de las violencias activadas  por el d Klan.
   Barack  Obama, no pude dejar el incidente de la Cumbre de las Américas, en Cartagena  de Colombia, como un hecho aislado de un equipo de Agentes Secretos, que usaron el escenario de Colombia como una excursión de Boscos.  Donde estaba incluido un tema de la penalización de las drogas y  donde residen carteles como el de Medellín, el cartel de Cali, el cartel de Norte del Valle, o de la Costa.  Sin La FARC, Fuerzas  Armadas Revolucionarias de Colombia.
Todas estas conjeturas no parecen ser un desliz, de un grupo de profesionales entrenado para resistir cualquier tentación en procura de salvaguardar la vida del presidente de los Estados Unidos, fuera de su territorio en misión diplomática.
  Hubo una directriz y debe ser encontrada por los organismos de seguridad de la nación norteamericana. Los pequeños descuidos pueden desestabilizar el mundo sino se corrige desde el nacimiento que la produce.               
Biografía

 Nacido en Hawái, criado en las islas e Indonesia, de padre keniano y madre de Kansas, mulato por tanto pero a la vez el primer negro en plantarse a las puertas de la Casa Blanca, con educación de Ivy League y formación profesional en lo más duro de Chicago.

No, Obama no se parece a los presidentes que aparecen en los billetes, pero este hecho, que cuando anunció su candidatura a la Casa Blanca parecía el mayor de sus inconvenientes (¿cómo va a ser un negro presidente de EEUU?), ha acabado convirtiéndose en la mayor de sus ventajas: sin necesidad de que abriera la boca, Obama ya simbolizaba por sí mismo el cambio por el que suspira este país.

Ann Dunham nació en Wichita, en esa Kansas puramente conservadora que con el tiempo se convirtió en la hebilla indispensable del cinturón de la Biblia de EEUU. Pero Dunham no era una hija tradicional de Kansas.

En la Universidad de Hawái conoció a Barack Hussein Obama, un estudiante keniano musulmán que se declaraba ateo. Se casaron y juntos tuvieron a Barack Hussein Obama, nacido el 4 de agosto de 1961.

Dos años después, la pareja se divorció, y el padre de Obama regresó a África y murió en un accidente de automóvil, en 1982. En medio, Obama solo vería a su padre una vez, a los 10 años.

De esa figura paternal inexistente pero por eso siempre presente y lo que significa para él y su identidad surgiría años después Sueños de mi padre, su primer libro, escrito cuando aún no era quien ahora es, y por eso mismo de una sinceridad y una calidad inhabituales en las obras de políticos.

Mujeres fuertes

La biografía de Obama está marcada por unas figuras femeninas fuertes. Ann –que murió de cáncer de ovarios en 1995– es la primera.

Tras su divorcio, se casó con el indonesio Lolo Soetoro, y la familia se mudó a Yakarta, donde Obama vivió hasta los 10 años, edad en la que regresó a Hawái para ser criado por la segunda gran mujer de su vida: su abuela, Madelyn Dunham, fallecida.

Mientras Obama pasaba de la infancia a la adolescencia, se convertía en un más que aceptable jugador de baloncesto y coqueteaba con la cocaína y la marihuana con sus amigos, su madre iba y venía de Indonesia.

Acabado el instituto, empieza una etapa clave en la formación de Obama: hasta 1988, vivió en Los Ángeles y Nueva York, donde cursó estudios
universitarios (se especializó en relaciones internacionales en la Universidad de Columbia), pero sobre todo trabajó como asistente social en las zonas más degradadas y con mayor carga racial de Chicago.

1988 fue el año en que Obama empezó a tomar el camino que le ha llevado a un paso de la Casa Blanca. Fue entonces cuando entró en la facultad de Derecho de Harvard y, a los dos años, fue elegido director de su prestigiosa revista.

Eso le granjeó sus primeros titulares periodísticos, al ser el primer negro en conseguirlo.

También sirvió para empezar a intuir que el político Obama no sería un político negro como los demás.

Sus compañeros de entonces recuerdan que él no ejerció su cargo desde un punto de vista de identidad negra, lo que con el tiempo se convertiría en una de las características principales de Obama como figura pública.

Instalado en Chicago

En los tiempos de Harvard, la vida de Obama ya estaba centrada en
Chicago. En 1989 se casó con Michelle, brillante abogada, la tercera gran mujer de su vida, con la que tiene dos hijas. Obama ha dicho en muchas ocasiones que Michelle, entre otras muchas cosas, le sirve para que su ego y su ambición no se desborden.

Porque ya entonces el joven Obama empezó a cimentar su carrera
política en un entorno tan complejo como es la política de Chicago.

Era un Obama que trabajaba de abogado tras doctorarse cum laude en Harvard y que frecuentaba los círculos demócratas más izquierdistas.

Pero, a la vez, supo cómo trabajarse la maquinaria de su partido en la ciudad, paso previo imprescindible para aspirar a un cargo público.

En 1997 se convirtió en senador del estado de Illinois, cargo que revalidó en dos ocasiones hasta el 2002.

En el 2000, perdió las elecciones a la Cámara de Representantes nacional. Pero en el 2004 ganó la carrera al Senado de EEUU y se trasladó a Washington. Ese Obama ya tenía muy claro su objetivo.

La convención demócrata del 2004, la que coronó a John Kerry para acabar perdiendo contra George Bush, es recordada por su emocionante discurso, en el que presentó en sociedad uno de los pilares que lo han llevado al umbral de la Casa Blanca: la esperanza de cambiar mediante la unión de todo el país tantas y tantas cosas que no funcionan en este perplejo y agotado EEUU del siglo XXI.

Ese fue el tema de uno de sus mejores discursos de esta campaña, el de la victoria tras el caucus de Iowa.

Esta idea de unión y de trabajo conjunto frente a las adversidades surge de su experiencia como asistente social en Chicago.

Esa ciudad, hogar por opción del que hasta que llegó era un trotamundos, marca a Obama. Allí aprendió a hacer política, allí sentó la cabeza, allí se enamoró y fundó su familia y allí, en sus propias palabras, encontró la religión.

Su padre era musulmán, aunque no creyente, al igual que su padrastro, mientras que su madre y sus abuelos no eran creyentes.

En Chicago conoció de primera mano la labor social de las combativas iglesias negras, y acabó en la Trinity United Church of Christ, donde en 1988 se bautizó, se casó y bautizó a sus hijas.

Por eso tener que renegar públicamente del reverendo Jeremiah Wright durante la campaña electoral fue un trago tan amargo para Obama, aunque como es habitual en él lo aprovechó para ofrecer un inspirado discurso sobre la cuestión racial en EEUU.

El liderazgo negro

En Chicago también vio Obama un ejemplo que no iba a seguir: el de Jesse Jackson.

De hecho, los históricos líderes de la comunidad negra nunca han visto con buenos ojos a Obama, defensor de un pragmatismo que sostiene que insistir en las reivindicaciones de los negros solo logra separar a los blancos con quienes tienen objetivos comunes.

Si los negros tienen problemas de sanidad, argumenta Obama, hay que
cambiar el sistema en su globalidad, lo cual favorecerá a todos.

Lo importante son los problemas, no la identidad de a quienes afectan.

Esta visión, que tanto ha contribuido a que en su carrera lo hayan votadomuchos blancos, nace de su experiencia personal.

Obama tiene seis parientes directos de la parte keniana de su familia, y una hermanastra indonesia fruto de las segundas nupcias de su madre. A eso hay que añadirle la familia blanca de Kansas de su madre.

Una ONU en miniatura, como a veces ha bromeado Obama, que contribuye a la imagen de modernidad, mestizaje y cambio que tan atractiva resulta sobre todo entre los segmentos más jóvenes del electorado.

Y es que Obama, por su biografía, es a la vez mensaje y mensajero del cambio que anhela EEUU.

MANDA OBAMA, INSPIRADO EN LINCOLN Y MANDELA
Nacido de un padre negro como un carbón y de una madre blanca como la leche, Barack Hussein Obama llega a la presidencia de Estados Unidos convencido de que es posible rescatar a su país de la larga oscuridad política en que, en su consideración, lo sumió George Bush.

Un atardecer en Hawai, Barack Hussein Obama, padre del presidente electo de Estados Unidos, estaba en un bar tomándose unas copas con su suegro y algunos amigos universitarios cuando un hombre blanco le espetó el insulto más grave, más hiriente, más políticamente incorrecto que existe en el inglés estadounidense.

Le llamó nigger, algo así como negrata, pero con una cuota de desdén multiplicada por cien, ya que fue el apelativo con el que se denigraba a los esclavos en el siglo XIX. Concretamente, el hombre blanco declaró que no quería tomarse un trago al lado de un nigger.

Obama era conocido como un hombre orgulloso y se esperaba una pelea. Más aún cuando éste se dirigió con pasos firmes hacia su agresor.

Pero no. Obama se plantó frente al hombre con una sonrisa y procedió a darle una serena y erudita clase de civismo.

Citó la declaración universal de los derechos humanos, le recordó los ideales en los que se basaba el sueño americano y le explicó que la intolerancia, más que una grosería, era una estupidez.

El hombre blanco se sintió tan mal que no sólo le pidió efusivas disculpas sino que soltó un billete de cien dólares y les pagó todas las copas y la comida a él y a sus amigos.

Hay motivos para pensar que, en circunstancias parecidas, el hijo de aquel Obama haría lo mismo. La anécdota aparece en la autobiografía de Barack Hussein Obama, Los sueños de mi padre, un libro que, como el título sugiere, rebosa fascinación por la figura paterna.

Obama apenas conoció a su padre, nacido en Kenia, ya que éste abandonó a la familia en Hawai y se divorció de su mujer para irse a estudiar a Harvard cuando el pequeño tenía dos años.

Sólo se verían una vez más en la vida. Pero el viaje de autodescubrimiento que narra el libro pasa por una exploración minuciosa del padre, una especie de trabajo de detective que concluye con interrogaciones a fondo de sus medio hermanos, primos, tíos y abuela durante su primer viaje a Kenia, a los 26 años.

Lo que queda claro hoy es que Obama ha heredado, y también conscientemente emulado, las virtudes de su padre, sin dejar de sacar las lecciones debidas de una tendencia terca y autodestructiva que lo condujo a la depresión, a la bancarrota, al alcoholismo y a la muerte -a los 46 años- en un accidente de coche.

El comandante en jefe número 44 de la historia de Estados Unidos posee la inteligencia, la calma y el aplomo de la mejor versión de su padre.

A tal punto que ni sus adversarios más tenaces lo niegan. Charles Krauthammer, célebre columnista neoconservador del "Washington Post", ha llegado a escribir que Obama goza de -una inteligencia de primera y un temperamento de primera.

Pero posee una cualidad incluso de más calado que la exhibida por su padre en aquel bar de Hawai y por él mismo durante y después de la campaña presidencial, que será la que definirá su presidencia: un profundo instinto reconciliador.

Hay dos categorías de políticos: los que llegan al poder y gobiernan a partir de la división, apelando al tribalismo inherente a la especie -la inmensa mayoría-, y los unificadores, los grandes, los que trascienden su época, como las figuras históricas más admiradas de las dos culturas que han forjado a Obama: Abraham Lincoln y Nelson Mandela, modelos reconocidos por él mismo.

La fe en que lo logre resume la esperanza global que ha despertado Obama de que, tras ocho años de infamia y por primera vez desde tiempos de John Fitzgerald Kennedy, Estados Unidos vuelva a aportar de manera explícita y activa su fuerza y su peso moral para la creación de un mundo mejor.

Es difícil concebir dos individuos más diferentes que Barack Hussein Obama y el presidente saliente, George W. Bush. Este último nació en el seno de una familia perteneciente a la aristocracia adinerada del noreste de Estados Unidos.

Su padre fue, sucesivamente, jefe de la CIA, vicepresidente y presidente de Estados Unidos. George W., la oveja negra de la familia, fue un estudiante vago que ingresó en Yale gracias a las conexiones familiares y pasó su juventud oscilando entre la borrachera y el despilfarro, sin demostrar jamás la menor curiosidad por el mundo que lo rodeaba, mucho menos el mundo mundial.

Hasta que a los 40 años cambió el alcohol por el evangelismo cristiano.

Lo más notable que había hecho hasta aquella epifanía religiosa, el impulso divino que le hizo el favor a la humanidad de lanzarlo a la política, había sido estrellar el coche de su padre tras una noche de juerga en el acomodado barrio de Georgetown, en Washington.

Símbolo desde que nació

Obama, recién llegado al mundo en 1961, ya era un iconoclasta: un símbolo, llevado a extremos impensables, de reconciliación racial.

En una época en la que el Ku Klux Klan seguía linchando y en varios estados de Norteamérica todavía era ilegal tener relaciones sexuales interraciales, Obama nació en Honolulú de un padre negro como el carbón y una madre blanca como la leche, como él mismo los describe en Los sueños de mi padre.

Cuando tenía seis años, su madre, Ann Dunham, se casó con un ingeniero indonesio musulmán (la misma religión que practicaba el abuelo paterno de Obama) y se trasladaron a Yakarta. Obama, que en seis meses ya hablaba el indonesio, jugaba todos los días en las calles de la bulliciosa ciudad con los niños más humildes y allí se acostumbró a comer, entre otras delicias locales, carne de perro y de serpiente y grillo asado. Con 10 años consiguió ingresar en el mejor colegio de Honolulú, lo cual lo obligó a dejar atrás su hogar familiar en Yakarta e ir a vivir con los padres de su madre.

Él era un simpático veterano de la Segunda Guerra Mundial venido a menos; ella, una disciplinada empleada de banco que aportaba más que su marido a la economía familiar.

Obama fue a la universidad en California y después en Nueva York, consiguió trabajo como activista comunitario en los barrios más pobres y más violentos del sur de Chicago e hizo una gira de cinco semanas por Kenia, donde conoció a su extensa familia paterna y visitó los lugares donde su padre pastoreaba cabras de pequeño y donde su abuelo cocinaba y limpiaba las casas de los oficiales coloniales británicos.

Obtuvo una beca para estudiar Derecho en Harvard -allí fue el primer hombre negro en ser elegido presidente de la prestigiosa revista Harvard Law Review- y volvió a hacer política de barrio en Chicago.

A los 33 años completó algo inimaginable para George W. Bush y para muy pocos políticos de cualquier época y cualquier lugar: escribió su autobiografía, un libro que se caracteriza por una redacción impecable, una penetrante capacidad de autorreflexión y una generosa sensibilidad hacia los demás.

Catorce años después, tras breves etapas representando al Partido Demócrata en el Senado estatal de Illinois y el nacional de Washington, ha concluido los capítulos iniciales de una historia que apenas comienza con lo que él ha llamado el improbable desenlace de ser elegido, por sustancial mayoría y envuelto en un fervor público no visto desde tiempos de John Fitzgerald Kennedy.

Lo tenía todo en su contra y sus rivales republicanos lo sabían. Lo acusaron de todo. De ser radical, socialista, marxista, musulmán, amigo de terroristas y antiamericano.

Como dijo un columnista de la revista New Yorker, el futuro presidente -será un hombre cuyo primer nombre es una palabra en swahili derivada del árabe (significa ´bendición´), cuyo segundo nombre no sólo es el de un nieto del profeta Mahoma sino también el del blanco original de una guerra sin terminar que empezó Estados Unidos y cuyo apellido rima bien con Osama.

-Ése no es un nombre, es una catástrofe, por lo menos en la política americana, agregaba el columnista.

Sin embargo, Obama ha logrado transformar la aparente catástrofe en un triunfo histórico, convirtiendo su mestizaje en símbolo de optimismo y unificación. Como todo gran político, posee el don de la persuasión.

Por eso hay tanta gente dispuesta a creer su grandilocuencia cuando define su misión de la siguiente manera: -Una nación curada. Un mundo reparado. Una América que vuelve a creer.

Lejos de albergar resentimiento hacia su país adoptivo, característica hasta hoy de una buena parte de sus compatriotas negros, Obama es un patriota.

Lo declaró con convicción en el discurso que lo propulsó a la fama, durante la convención presidencial demócrata del 2004: -Me presento aquí hoy agradecido por la diversidad de mi patrimonio... sabiendo que mi historia es parte de una historia americana más grande, que estoy en deuda con todos aquellos que me precedieron y que en ningún otro país del mundo mi historia sería ni siquiera posible.

Obama ha vuelto a recordar a todo el mundo los motivos por los cuales Estados Unidos ha sido históricamente digno de admiración, hasta -la larga oscuridad política en la que se había perdido, como él mismo definió en aquel mismo discurso los primeros cuatro años del mandato de Bush.

Lo que está por verse es si seguirá ganándose la admiración mundial tras instalarse, el próximo 20 de enero, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.

Hay muchos escépticos, especialmente de izquierdas, que dudan de la capacidad de Estados Unidos de observar al resto del mundo a través de otra óptica que no sea la imperial, independientemente de la identidad o la retórica del presidente. Y es verdad que en la política exterior de Estados Unidos, como en la de cualquier país, están los intereses primero y después -en el mejor de los casos-, los amigos.

La diferencia ahora es que Obama, más que cualquier otro presidente que lo haya precedido, conoce el imperio desde adentro y desde afuera; es capaz de ver a su país desde el punto de vista de un patriota convencido y desde el de un extranjero crítico.

En este sentido, tiene por lo menos tanto que agradecer a su madre como a su padre.

En una entrevista, Obama se refirió a su madre como -la figura dominante de mi juventud, los valores que me enseñó siguen siendo mi piedra de toque en el mundo de la política.

Ann Dunham, que murió de cáncer a los 53 años y nunca dejó de estar enamorada del padre de Obama, sería una mujer atípica hoy en un país en el que la proporción de matrimonios entre blancos y negros es mucho menor que en Europa occidental; pero cuando esta hija de un soldado, nacida en Fort Leavenworth (Kansas) durante la Segunda Guerra Mundial, se casó con Barack padre a los 18 años tras conocerlo durante una clase de ruso (¡de todos los idiomas posibles en plena Guerra Fría!), era una aberración.

Poco más normal fue casarse después con un indonesio, mudarse a su país y procurar que su hijo no sólo se empeñe a fondo en el colegio sino que se integre de lleno en una cultura extraña.

Como cuenta Obama en su autobiografía, su madre le enseñó durante su infancia asiática una lección que recordaría durante toda su vida: -A desdeñar aquella mezcla de ignorancia y arrogancia que con demasiada frecuencia caracterizaba a los americanos en el extranjero.

Su condición de negro parcialmente desheredado en un país en el que hasta su aparición pública los matices raciales no han tenido palabra propia (los hijos que Thomas Jefferson tuvo en el siglo XVIII con una mujer esclava eran negros, como todos los que han nacido desde entonces con sangre africana) le ha dado también esa perspectiva de outsider, de individuo que ve Estados Unidos desde afuera, lo cual alimenta las esperanzas de William Greider, el decano del pequeño núcleo de observadores progresistas residentes en Washington, de que Obama lleve a cabo un giro radical en la política exterior de Estados Unidos.

-Lo que el auge de China y la India y Brasil nos señala es que estamos entrando en una fase radicalmente nueva de las relaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo, una fase que requerirá una buena dosis de humildad, dice Greider, anteriormente columnista de Rolling Stone y hoy principal comentarista político de la revista de izquierdas The Nation.

-Ahora, al ver cómo nuestro poder decae y llegan tiempos de decepción y dolorosos ajustes, tendremos que elegir entre la respuesta de siempre -´Es la culpa de los chinos y los musulmanes y los demás extranjeros´- o la respuesta sensata, que consiste en reflexionar un poco y evaluar hasta qué punto nuestros problemas los hemos creado nosotros mismos.

Greider confía en que Obama entienda esto, pero lo que no tiene tan claro es si le resultará políticamente factible llegar hasta el extremo de cuestionar aquel concepto -de manifiesta superioridad, de que somos la mejor esperanza para el mundo, de que nuestro papel natural consiste en dirigir el destino del planeta, que está tan arraigado en el ADN nacional, sin excluir a nuestros diplomáticos y a la prensa seria.

Greider, un admirador de Obama, espera que el nuevo presidente se atreva algún día a violar este tabú, lo cual dependería en gran parte del grado de liderazgo moral que llegara a consolidar sobre sus conciudadanos.

Pero reconoce que hoy por hoy sería aconsejable que la izquierda americana, como la mundial, templara sus expectativas de cambio radical, que aceptara que Barack Obama no va a ser, ni mucho menos, Hugo Chávez.

Lo que sí se puede esperar con bastante certeza, dice Greider, es que se acabe con -aquella grosería y estupidez que ha definido la particular mezcla de arrogancia e ignorancia que ha sido marca de la casa en la era Bush.

Para empezar, la malograda guerra contra el terror cambia instantáneamente de carácter sin que Obama tenga que abrir la boca y mucho menos tomar nuevas medidas.

En el ámbito de mentes y corazones ya hay una batalla ganada.

Ya no va a ser tan fácil para los propagandistas de la Yihad pintar a Estados Unidos como la tierra del Gran Satán cuando su presidente tiene el nombre que tiene y su abuelo se convirtió al islam, entre otras cosas porque, según le explicó un día a su esposa, no lo convencía esa peculiar idea cristiana de amar a los enemigos.

Sin embargo Obama, cristiano practicante, sí pretende hablar con ellos.

Ha expresado su deseo de dialogar con Irán y con Siria sin condiciones; ha dicho que en Afganistán su política combinará la fuerza militar con el intento de buscar lo que sus asesores llaman focos de reconciliables, gente relativamente moderada en su compromiso ideológico, entre los combatientes talibanes; ha declarado repetidamente que piensa extraer el grueso de las tropas estadounidenses de Irak, posiblemente dejando atrás algunos asesores militares, en un plazo de 16 meses, y ha expresado su convicción de que la mejor forma de evitar otro Irak u otro Afganistán no es la intervención militar cuando resulta demasiado tarde sino la inversión económica antes de que afloren los peligros terroristas.

No será gandhi, pero...

Y aunque Obama tampoco es Gandhi ( -No me opongo a todas las guerras, ha declarado, y también, -Mataremos a Ben Laden ), todo lo que ha dicho a lo largo de su carrera política sugiere que buscará establecer relaciones de respeto con todos los países que lo deseen y que su primer impulso no será, a diferencia del de Bush, disparar primero y hacer preguntas después.

Él mismo lo dijo, quizá recordando a su madre, en un discurso hace un año: -El no hablar con otros países no nos hace quedar como gente dura; nos hace quedar como arrogantes.

Desde la muerte de su madre en 1995 y la de su abuela materna el día antes de que ganara las elecciones presidenciales, la persona de su familia con la que tiene más intimidad, y a la que más se parece, es su media hermana keniata Auma, que ha vivido gran parte de su vida en Europa.

Auma Obama, que una vez le aconsejó que no entrara en política porque era un camino siempre decepcionante, afirmó a The New York Times el mes pasado que, si había una cosa en la que se podía confiar, era en que su hermano, al que definió como -una figura unificadora, "entablaría un diálogo con el mundo".

Ya lo está haciendo con su propio país. Nada de lo que ha hecho hasta hoy ha demostrado de manera más convincente su confianza en sí mismo y la vitalidad de su instinto reconciliador que -el equipo de rivales -citando el título de un libro sobre Abraham Lincoln que ha influido mucho en Obama- con el que se ha rodeado en su futuro gabinete.

Guiado más por el pragmatismo (cualidad imprescindible del reconciliador) que por las deudas contraídas y las habituales fijaciones partidistas, Lincoln eligió a los individuos más brillantes de su generación, independientemente de sus filiaciones políticas o del hecho de que algunos de ellos habían sido, hasta hacía muy poco, sus enemigos políticos.

Obama explicó el origen intelectual de su propio pragmatismo en su segundo libro, un tratado titulado La audacia de la esperanza y publicado en el 2006.

Ahí escribe: -Creo que cualquier intento de los demócratas de seguir una estrategia duramente partidaria o ideológica significa no entender el momento político que estamos viviendo. Estoy convencido de que, cuando exageramos o demonizamos o simplificamos el argumento, perdemos. Cuando rebajamos el tono del debate público, perdemos. Porque es precisamente la búsqueda de pureza ideológica, la rígida ortodoxia y la total previsibilidad del actual debate político lo que impide el descubrimiento de medios nuevos para afrontar los retos que tenemos como país.

Dicho y, planteada la prueba, hecho. No ha llegado al extremo de nombrar para su gabinete a Sarah Palin, que declaró con toda la razón del mundo ante sus enfervorizados correligionarios durante un mitin en Florida que Obama no era un hombre -que ve América como vosotros y yo la vemos, pero sí ha cogido al toro Clinton por los cuernos al nombrar a Hillary, su tenaz rival a la candidatura demócrata a la presidencia, para el puesto clave en política internacional de secretaria de Estado. Robert Gates, el secretario de Defensa, es un republicano que fue nombrado por Bush en diciembre del 2006 y que seguirá en su puesto con Obama.

El equipo para enfrentar la grave crisis económica que indudablemente representará el reto inmediato más importante de Obama está compuesto por un tridente que aun una conocida figura de la derecha washingtoniana, Sebastian Mallaby, del Council on Foreign Relations, no ha dudado en calificar de absolutamente brillante.

Los antecedentes de Larry Summers, Timothy Geithner y Paul Volcker demuestran más simpatía demócrata que republicana, pero los tres son conocidos ante todo como individuos de fuerte personalidad que no dudarán en entrar en conflicto con Obama si lo creen oportuno.

-Ahora hay un consenso total de que hay que incrementar el gasto público, dice Mallaby, un experto en economía que conoce bien a los tres, -pero podemos estar seguros de que gente como Summers presionará a Obama, más temprano que tarde, para reducir el déficit, aunque esto sea a costa de programas de bienestar público que Obama quizá querría fomentar.

Otra persona que estará muy cerca de Obama y con la que es seguro que tendrá discrepancias de criterio es el nuevo ocupante del puesto de asesor de seguridad nacional, es decir, el jefe de política internacional dentro de la Casa Blanca. James Jones, un formidable ex general marine de 65 años, tiene un vasto conocimiento en el terreno político militar dentro y fuera de Estados Unidos.

No ha delatado simpatías partidistas hasta la fecha y tal es la admiración que provoca su currículum que John McCain, el candidato presidencial republicano y ex militar, intentó infructuosamente reclutarlo para su causa electoral.

La crítica más habitual que se le hace a Obama, y la que le lanzaron con más frecuencia tanto Hillary Clinton como John McCain durante las dos fases de la campaña presidencial, es que, a sus 47 y con apenas cuatro años servidos en Washington, le falta experiencia para gobernar.

Ni él ni sus más fanáticos admiradores lo niegan, aunque señalan (cosa que reconocen figuras de la derecha como Charles Krauthammer y Sebastian Mallaby) que su campaña fue un modelo de disciplina y efectividad comparada con las caóticas campañas que llevaron a cabo los veteranos Hillary Clinton y John McCain.

Lo que demuestran sus nombramientos para el futuro Gabinete, en otra opinión muy generalizada en Washington, es que tiene buen juicio y no teme rodearse de subordinados notablemente más experimentados que él e incluso, posiblemente, más inteligentes.

El gabinete de Obama tiene que ser uno de los más sesudos de la historia. De los 36 individuos nombrados hasta la fecha (el más reciente fue el premio Nobel de Física Steven Chu como secretario de Estado de Energía) la mitad tiene títulos de posgrado de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.

Esto demuestra, una vez más, la tremenda confianza que tiene en sí mismo y que expresó en privado hace cuatro años a una amiga y colaboradora política cercana, Valerie Jarrett. Aún no era senador, pero confesó que su ambición era ser presidente.

Lo recuerda Jarrett: -Me dijo: ´Es que creo que tengo unas cualidades especiales y que sería una pena desperdiciarlas. Me dijo: ¿Sabes? Creo que tengo algo.

No siempre tuvo las cosas tan claras.

Tras una infancia variopinta y sin complejos en Indonesia y en el alegre limbo de Hawai (-Era demasiado joven -escribe en su autobiografía- para saber que necesitaba una raza), se sumergió en el drama afroamericano a través de los guetos de Chicago.

Al no tener alternativa social a ser clasificado como negro, se puso a estudiar a personas de su raza en Chicago que no eran inmigrantes o hijos de inmigrantes, como él.

Lo que aprendió no lo llenó de felicidad.

Todos delataban, en mayor o menor medida, la carga de angustia histórica que arrastran los descendientes afroamericanos de los esclavos, una carga que los distingue (con la excepción de los indios americanos) del resto de la población de Estados Unidos, país que se define por el optimismo del inmigrante, con su energía y ganas de forjarse una vida mejor; no importa que su país de origen sea Inglaterra, Polonia, México, Egipto o Kenia.

Los afroamericanos no inmigrantes, como la esposa de Obama, Michelle Robinson, pertenecen al único grupo que no vino a Estados Unidos de manera voluntaria.

-Ha sido como transitar por la vida con una cadena y una bola de hierro atados al tobillo, explicó Jim Coleman, que tiene menos motivos que la mayoría de personas de raza negra para sentirse agraviado.

Coleman es profesor de Derecho en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte.

Se identifica con Obama, con quien comparte ciertas ventajas en la vida como, por ejemplo, haber ido becado a un buen colegio cuando era niño y después estudiar en Harvard.

-Pero por bien que te haya ido, como negro en este país no has podido entender las relaciones sociales sin mirarlas a través del eterno prisma de la raza, dijo Coleman.

-Por eso incluso gente como yo, que hemos triunfado, nos hemos sentido como transgresores, como gente que nunca acabó del todo de pertenecer -o de ser admitida- a este país.

Si Coleman antes se sentía o se imaginaba que los blancos lo veían como un ciudadano de segunda clase, el triunfo electoral de Obama ha representado para él, como para millones de afroamericanos, un salto a primera.

-Es, ni más ni menos, una liberación. Esa angustia ancestral, esa cadena que arrastrábamos: adiós. ¡Fuera! Sentimos el país como nuestro también, por fin. Ya no estamos afuera mirando para adentro, porque dentro de la Casa Blanca vivirá una familia negra, igual que las nuestras. Obama nos ha hecho sentir, de la noche a la mañana, que somos americanos al cien por cien. Tendremos problemas como país, claro, pero la gran y mágica diferencia es que ahora los enfrentaremos todos juntos.

Sentimientos muy parecidos se han oído desde la victoria de Obama el 4 de noviembre de infinidad de personas negras, de todas las edades y toda la gama social.

Esa liberación mental que han experimentado los descendientes de los esclavos, sumada a un más sutil fenómeno de casi equivalente importancia, la oportunidad implícita que han aceptado los blancos para pedir perdón a sus compatriotas negros por los pecados de sus padres, representa ya una hazaña histórica. Aunque no lograra nada más Obama durante su presidencia, eso ya tendrá una repercusión duradera.

Pero el demócrata quiere que se lo mida por mucho más.

La promesa de cambio fue su eslogan electoral. Habla continuamente de la necesidad de regenerar el país y el mundo, de reparar los daños causados durante ocho años de Bush, a cuyo gobierno Obama ha acusado de actuar con una "espectacular irresponsabilidad".

Ante tanta esperanza en Washington, donde se respira un aire de euforia a pesar de la crisis económica, existe, según las cabezas pensantes de izquierda y derecha, una gran duda: si el punto más fuerte de Obama acabará siendo el más débil; si su afán reconciliador y su necesidad de consenso lo conducirán a la parálisis; si tendrá las agallas, tras acumular tantísimo capital político, como lo expresó Sebastian Mallaby del Council on Foreign Relations, de gastarlo.

Si acabará siendo no Obama, sino Obambi.

Cass Sunstein, profesor de Derecho en Harvard, conoció a Obama durante sus años estudiantiles.

Lo define como un hombre que pretende cumplir grandes objetivos ofendiendo los valores del menor número de personas. -Pero también creo -dice Sunstein- que tiene la convicción de que, si uno asimila los valores e ideales de sus contrincantes, si uno demuestra respeto por ellos, es posible dar pasos mayores que los que uno se podría haber imaginado.

Demostrar respeto a la gente significa, en un importante sentido, escucharla con atención.

Un veterano economista de Washington que hizo una presentación el mes pasado a Obama y a cuatro miembros de su equipo observó que durante las dos horas y media que estuvo con él, el político habló, como mucho, el diez por ciento del tiempo, -A diferencia de Clinton, que en las mismas circunstancias hubiera hablado la mitad del tiempo, explicó el economista. Frank Luntz, un conocido estratega republicano, tiene la misma impresión.

-El típico político se impone a la gente con el objetivo de obligarla a prestarle atención, dijo Luntz. -Obama es más reflexivo. No empuja. Tiene un aire relajado que atrae. Eso es tan poco usual....

En otras palabras, sigue el consejo de Tom Daschle, el líder demócrata en el Senado, de que -la mejor forma de persuadir es con las orejas.

Lo hizo en la primera campaña política de su vida, en la que acabó siendo elegido presidente de la Harvard Law Review.

Ganó gracias a los votos conservadores. No estaban de acuerdo con él, pero la sensación de que los escuchaba de verdad y los tomaba en serio resultó decisiva a la hora de la votación.

Ocurrió algo muy parecido durante uno de los momentos más complicados de su campaña presidencial. Su larga asociación con Jeremiah Wright, el pastor negro que lo casó, se convirtió en un peligro mortal después de que salieran a la luz sermones en los que el reverendo expresaba un resentimiento que parecía rozar el racismo contra los blancos de su país.

Obama respondió el 18 de marzo en Filadelfia con el que muchos consideran el discurso más valiente de su vida. No hay nada más delicado en Estados Unidos que el asunto de la raza, pero lo que logró Obama aquel día fue colocarse por encima del debate, resumirlo y reconducirlo.

Sin asumir nunca una postura defensiva, sin negar la ofensa histórica contra los negros o que su rabia fuera legítima, reconoció también que algunos blancos podrían tener motivos para sentirse resentidos al ver cómo a veces la política de acción afirmativa daba a compañeros de trabajo negros o a jóvenes estudiantes negros ventajas negadas a los blancos por el color de su piel. -Declarar que los resentimientos de americanos blancos son racistas sin reconocer que tienen su origen en preocupaciones legítimas, esto también amplía la brecha racial y obstaculiza el camino al entendimiento mutuo.

Tras presentar el argumento, se postuló a sí mismo como emblema hecho carne del noble objetivo contenido en el prólogo a la primera Constitución, escrito hace 221 años, de crear una unión más perfecta.

-No puedo repudiar al reverendo Wright del mismo modo que no puedo repudiar a la comunidad negra, del mismo modo que no puedo repudiar a mi abuela blanca, que ayudó a criarme, que hizo un sacrificio tras otro por mí, que me quiere más que nada en el mundo, pero que una vez me confesó el miedo que sentía al cruzarse con hombres negros en la calle... Estas personas forman parte de mí. Y forman parte de Estados Unidos, este país que yo amo.

Fue quizá ése el momento en el que salvó su candidatura y ganó las elecciones presidenciales.

Despejó las dudas que podría albergar todavía la mayoría del electorado acerca de sus credenciales como patriota, surgidas de su condición de negro de padre africano, y convenció a todos -blancos, negros y de toda condición racial- de que hablaba por ellos y de que los entendía.

Recondujo el debate en el sentido de que señaló no a los blancos y a los negros como el enemigo que hay que vencer sino a la cultura corporativa de avaricia a corto plazo y a -las políticas económicas que favorecen a pocos a expensas de muchos.

Recto, cauteloso

Es en la economía, más que en política internacional o en cualquier otro terreno, donde los observadores de Washington creen que Obama marcará un antes y un después en la historia de Estados Unidos.

No es un hombre alevoso ni de una progresía temeraria.

Es recto, cauteloso, deliberado a la hora de tomar decisiones, tendiendo a conservador. A diferencia de Bill Clinton y George W. Bush, tuvo el coraje de reconocer que fumó marihuana en su juventud y consumió cocaína, pero hoy es un hombre de familia, abiertamente enamorado de su esposa, que va a la iglesia todos los domingos y da toda la impresión de haber rechazado explícitamente los excesos mujeriegos y alcohólicos de su padre.

David Axelrod, el principal estratega de la campaña de Obama, ha dicho que sería un error creer que "desde el punto de vista de los valores" ha concluido la era conservadora de Estados Unidos, la reacción al flower power de los años sesenta, que comenzó con la llegada de Ronald Reagan al poder en 1981.

Obama es lo que en Estados Unidos llaman un conservador cultural.

Pero desde el punto de vista económico, según dijo Axelrod, -no tenemos que elegir más entre una economía opresiva controlada por el gobierno y un capitalismo caótico que no perdona.

El gran legado de Reagan, que ni siquiera Bill Clinton pudo enterrar durante sus ocho años de presidencia, fue la idea de que la injerencia del gobierno en la economía es por definición mala, antiindividualista, antiamericana.

La actual crisis ha convencido incluso a George W. Bush de que ese prejuicio pertenece al pasado. Pero Obama lo ha tenido muy claro desde antes de que estallara la burbuja de Wall Street.

En una entrevista con Rolling Stone hace dos años declaró: -En África muchas veces ves que la diferencia entre un pueblo donde todo el mundo come y otro donde la gente se muere de hambre es el gobierno. Uno tiene un gobierno que funciona; el otro, no. Y por eso me molesta cuando oigo a gente como Grover Norquist (el intelectual neoconservador por excelencia) decir que el gobierno es el enemigo. No entienden el papel fundamental que el gobierno juega.

La esperanza de gente de la izquierda americana como William Greider es que, más allá de invertir fondos públicos en salvar los bancos y la industria del automóvil, Obama se enfrentará al enorme escándalo de un sistema de salud estadounidense que, a diferencia del de los demás países desarrollados, es incapaz de atender las necesidades elementales no sólo de los pobres sino de buena parte de la clase media.

-Ahora que el big government se ha vuelto cool, a ver si por fin vemos una reforma del sector sanitario para que tengamos, en vez de salud para sacar grandes ganancias, salud para todos, explicó Greider.

Queda pendiente la cuestión de si Obama tendrá la valentía de utilizar su capital político para tomar medidas que generen polémica y desgasten parte de su capital, que a su vez dependerá de su capacidad de mantener su popularidad personal en tiempos de profunda crisis.

Lo que sí tiene a su favor es aquella enorme confianza en sí mismo, cualidad -más allá de la arrogancia porque es inherente- que comparte con los dos grandes reconciliadores Lincoln y Mandela. Su padre africano fue su primer modelo, aunque muchas veces las lecciones que aprendió de él vinieran de segunda mano.

Fue su abuelo materno, el ex soldado, el que le contó cuando su padre se atrevió a cantar canciones africanas ante un gran público en un festival internacional de música de Hawai: -No era nada bueno, pero estaba tan seguro de sí mismo que la gente lo aplaudió.

El abuelo sacó la siguiente conclusión del desparpajo de su yerno: -Ahora, ahí hay algo que puedes aprender de tu papá: la confianza. El secreto del éxito de un hombre.

No le quedó más remedio que aprender la lección, primero en la cultura ajena de Indonesia con un hombre que no era su padre, después en Hawai sin padre o madre y después, en el inhóspito submundo de la Chicago pobre.

De ahí, vía Harvard y los senados de Illinois y Washington, llegó a decir en diciembre del 2004: -Me siento cómodo en mi propia piel. La gente ve una autenticidad en mí que va más allá de las barreras ideológicas. Me atengo a mis principios sin recurrir a trucos políticos baratos.

Eso lo ha demostrado durante una campaña presidencial cuya mesura y elegancia se contrastó de manera chocante con el cínico modelo republicano que patentó Bush e imitaron McCain y Palin y que consistió en apelar al más bajo denominador común: el miedo y la división.

Siempre se tuvo la sensación con Bush de que quiso ser presidente para exorcizar viejos complejos, para demostrar a su padre y a su madre que, pese a sus pocos auspiciosos comienzos, podía. Barack Obama, en cambio, declaró a principios del 2007, cuando decidió presentarse a la carrera para la Casa Blanca: -Sólo aspirar a ser presidente no es la mejor manera de pensar en el tema. Uno tiene que querer ser un gran presidente.

Las condiciones para serlo, las tiene. Y para serlo hoy, en la época de la globalización.

Dice su asesor, David Axelrod, que Obama -es la personificación de su propio mensaje, -es la visión de sí mismo.

Se refería a su condición híbrida. Hijo de madre blanca y padre negro, encarna la idea de que la reconciliación inherente a su persona se debe extender a Estados Unidos y al resto del planeta para intentar crear una más perfecta unión humana.

Lo veremos con nuestros propios ojos la primera vez que el Air Force One aterrice en un aeropuerto europeo, africano o asiático y emerja de la puerta del avión, sonriente y saludando, una pareja negra.

El pasado familiar de Obama, sus raíces intercontinentales, su capacidad de ver a su país desde adentro y desde afuera, lo convierten en el antídoto a la era Bush y en el prototipo ideal de presidente para un mundo sin fronteras.

En el día de asunción de Obama, Cristina reclamó el fin del bloqueo en Cuba
LAS SEÑALES DE CFK
N&P

La presidenta Cristina Kirchner consideró hoy que el cerco comercial que Estados Unidos mantiene alrededor de Cuba desde hace varias décadas -no se lo conoce en la historia del mundo.

-El mundo ha cambiado en forma definitiva y que parece que algunos no se han dado cuenta, dijo la Presidenta al cerrar la Segunda Ronda de Negocios entre la Argentina y Cuba.

La mandataria ponderó el -inmenso esfuerzo que fue para la sociedad cubana, para sus hombres y mujeres, poder alcanzar un desarrollo tecnológico de la magnitud que lo han hecho en circunstancias absolutamente adversas.

Y reclamó: -Esperamos que algunas barreras definitivamente se derrumben y puedan tener todos ustedes ese potencia económico, de conocimiento y político para desarrollar.

Entre los puntos que destacó durante su exposición, Cristina Kirchner sostuvo que -venimos a sostener la necesidad de la integración, de la asociación y de la cooperación sur-sur como uno de los elementos fundamentales para abordar los cambios en el mundo.

Pareciera que hubiera sido a propósito que CFK hubiera elegido postergar una semana (por presuntos temas de salud ) la visita a Cuba para coincidir en este dia - en que el mundo esta atento al nuevo Presidente de los EEUU - para hacer declaraciones desde el territorio de la revolucion cubana en su 50 Aniversario.

La visita oficial de la jefa del Estado concluia el miércoles 21 de enero, cuando estaba previsto su traslado, junto a la amplia comitiva que la acompaña, a Venezuela. Estará en el país que gobierna Hugo Chávez hasta el viernes próximo.

En el run run de los proximos dias en que todo el mundo hablara de los detalles y las primeras impresiones de la asuncion de Barack Obma, CFK se hara ver con el Comandante Chavez en Venezuela, seguramente dando declaraciones acerca del bloque del Unasur, mostrando un frente unido desapegado de los sucesos de la capital del imperio.

La jefa del Estado argentino tambien afirmó que Argentina y Cuba -tienen fuertes posibilidades de ser socios en buenos negocios que redunden en mejores beneficios para los nuestros pueblos.

Y añadió: -Hay que construir la sinergia entre ambos países para poder lograr más y mejores negocios.

Cristina Kirchner también señaló que la reunión con los cubanos -indica las fuertes posibilidades que tenemos argentinos y cubanos no sólo de ser amigos, sino de ser socios en buenos negocios que redunden en mejores beneficios para nuestros pueblos.

Tras la entrevista con Raúl Castro, Cristina Kirchner encaraba una jornada dominada por el contacto con empresarios.

El UNASUR es ya casi una potencia mundial si profundiza su proceso y en ese caso los EEUU deberan respetar su propia impronta, ya, desde otra posición que el de simple patio trasero que ya no quiere ser y no es, de hecho, ya no lo es.

N&P/

Fuente: La Nacion
Martes 20 de enero de 2009

Un espectáculo más grande que el del funeral del Papa
LA ASUNCION DEL PRESIDENTE TACITO DEL MUNDO
Por Orlando Barone
01/20/2009

Las mayores teleaudiencias del planeta suelen darse en los grandes funerales, los grandes magnicidios, los grandes encuentros olímpicos y en la asunción del presidente del país más poderoso.

Hoy se cumplirá ese concepto de récord colectivo.

El pensador Giovanni Sartori en su libro Homo videns, hace diez años, instalaba la idea de una humanidad teledirigida. De un
planeta atado y maniatado cada vez más por las leyes de la comunicación de masas. Sartori cita a la tragedia de Lady Di en el Puente del Alma, en 1997, como el hecho que más se globalizó a través de los Medios.

La historia todavía no había anotado otro hecho aún más propagado: la muerte del Papa Juan Pablo II en abril del año 2005. Su majestuoso funeral público acumuló un récord de más de la mitad de los habitantes del mundo atrapados por el majestuoso espectáculo de la ceremonia final de ese aspirante a santo.

Compiten luego en amontonamiento de masas las aperturas de juegos olímpicos y campeonatos mundiales de fútbol. Aquí en la Argentina el funeral de Evita, aquel primer 17 de octubre y la fiesta del mundial de 1978 son históricamente los tres espectáculos más espectaculares, aunque disímiles.

La muerte y la fiesta son las cosas que más nos convocan a juntarnos. El casamiento y el velorio.

Hoy Barack Obama, el aún no estrenado César del Imperio, atrae sobre si la unánime mirada del mundo.

Ni cerrar los ojos, taparse los oídos o encerrarse, exceptúan a nadie vivo de enterarse de que un hombre joven negro asume el liderazgo de los Estados Unidos y de modo implícito de toda la trama económica y política de los más de doscientos países que componen el mapa de la Tierra.

A Barack Obama se lo celebra y asocia espiritualmente a Lincoln, Luther King y Kennedy. Inquietante paradoja porque esos tres
grandes líderes norteamericanos murieron asesinados.

Miles de millones de seres somos congregados, más allá de nuestras voluntades y de nuestra ideología, a mirar, contemplar, adherir o rechazar este acontecimiento planetario.

Y tan contradictorio que unirá en esa atracción centrípeta a los seres más adversos y distantes de las sociedades del mundo. Es como una unidad temática y como una fraternidad inducida.

Estamos ligados a la esperanza para no estropear el momento, especulando con las desilusiones. Si Obama es bueno o malo, si tiene el alma negra o el alma blanca es un interrogante. Lo que sí tiene es un grandioso asiento donde posar sus ambiciones.

La población de los Estados Unidos es solo el 5% de la población de la Tierra.

Ese porcentaje escaso no importa.

Porque un presidente norteamericano todavía sigue siendo- aún maltratado por las crisis y las guerras- el presidente tácito del mundo.

CHAVEZ PIDIÓ AL PUEBLO DESPOJARSE DE ILUSIONES RESPECTO A NUEVO GOBIERNO ESTADOUNIDENSE
Por Anaiz Perez
Prensa Presidencial Bolivariana

No obstante, el líder venezolano abogó porque el nuevo Presidente de Estados Unidos marque un cambio de verdad en las relaciones de Estados Unidos con los países del tercer mundo

(20.01.09) El jefe de Estado venezolano, Hugo Chávez Frías, pidió este martes al pueblo venezolano despojarse de ilusiones con respecto al nuevo mandato de Barack Obama, quien asume hoy como presidente número 44 de Estados Unidos con el conflicto de cumplir sus promesas electorales en medio de una crisis económica y las guerras en Iraq y Afganistán.

-Nadie se haga aquí ilusiones, insistió el mandatario nacional durante un acto político que encabezó en el estado Anzoátegui, en donde enfatizó que ninguna gestión contraria al proceso que impulsan gobiernos emergentes se verá empañada por pronunciamientos imperiales como los que ya ha realizado el nuevo Presidente de Estados Unidos, quien en días recientes señaló que -con respecto a Venezuela, Chávez es una fuerza que obstaculiza a Latinoamerica.

-Por nuestra parte nosotros seguiremos, independientemente de quien sea el Presidente de Estados Unidos; independientemente de la política exterior de este Gobierno. La Revolución Bolivariana seguirá avanzando, construyendo la independencia de Venezuela, la independencia, porque de eso se trata, subrayó el mandatario nacional.

El presidente Chávez, sin embargo, citó las recientes palabras de su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien manifestó sus deseos de que Obama -mire a la América Latina con una nueva mirada, con un nuevo enfoque de respeto a las democracias que marchan y avanzan en nuestras tierras.

-Desde aquí saludamos al pueblo de Estados Unidos de Norteamerica. Pueblo de Estados Unidos: te saludamos, expresó. Hizo eco de su alegría porque se va un Gobierno [el de George W. Bush], quien -llenó de terror y violencia al mundo.

-Adiós, señor Bush.

El Presidente rememoró que Bush sale de la Presidencia de los Estados Unidos -con uno de los, o si no, con el más bajo nivel de aceptación que Presidente alguno en Estados Unidos y en el mundo haya tenido desde que se hacen encuestas y mediciones de opinión.

-Es el señor Bush el presidente más repudiado en su propio país y en todo el mundo, y ojalá al llegar, el nuevo Presidente marque un cambio de verdad en las relaciones de Estados Unidos con los países del tercer mundo, refirió.

Tras ocho años de gobierno de Bush, Obama ahora tiene la tarea de cambiar la imagen de Estados Unidos ante el mundo, ponerle fin a la guerra en Iraq y enfrentar la crisis financiera, problemas heredados pero que marcarán su gestión.

Respecto a este escenario, el jefe de Estado venezolano fue enfático al señalar que en Venezuela continuará -la batalla contra la burquesía, y la lucha contra el imperio que pretende dominarnos de nuevo.

AP/

SAN OBAMA A VECES ES NECESARIO QUE ALGO CAMBIE PARA QUE TODO SIGA IGUAL
Por Jorge Degli Innocenti

Parece que el Norte de América hoy están de Fiesta. Quisiera compartir la alegría de quienes se manifestaran hoy en las calles de su capital, por lo menos en un punto, se terminó la era Bush.

Tema que en nuestra cocoliche sociedad política educada y no guaranga, es visto como otra de las maravillas de la democracia americana, que con sus primarias, bipartidismo, fenomenales despliegues de coberturas mediáticas, hacen ver como 4 o al o sumo 5000 personas en un estadio lleno de globitos, estrellas y cartelitos, se presentan los candidatos, siempre rodeados de especies humanas diversas, fundamentalmente las exóticas o en todo caso incluyendo en estas a los autóctonos, pues como bien sabemos toda América se nutrió de la Inmigración a costa de los naturales.

Sin abundar diría que todo esto es lo vemos, escuchamos y leemos, pues todo lo que pasa en la Madre Patria es importante para nosotros.

Dije que quisiera compartir aunque sea esa única alegría con los yanqui's, (será en este momento correcto llamarlos así, a esa multitud multiracial que hoy se juntará en los solemnes festejos), de la partida de Bush.

Aunque en lo íntimo lo voy a extrañar, pues el SI representa al enemigo Yanqui que siempre luchamos y combatimos, el que con sus medidas , sus guerras, es Los EEUU.

Pero mis temores se llaman Barak Husseim Obama, pues pese a venir precedido por algunos datos interesantes sobre sus preocupaciones sociales, su open main, su origen étnico diverso, su pluralidad de ideas y su transvesalidad propuesta de juntar a los mejores sean democratas, republicanos, ó independientes y su respeto a las minorias de toda clase.

Giuseppe Tomasi di Lampedusa, decía en su única novela -A veces es necesario que algo cambie para que todo siga igual..

Y aca es donde desde hace un tiempo, esta frase me despierta la desconfianza, realmente este Presidente será el cambio.

Estoy convencido que para los vecinos del Norte seguramente, pero para nosotros el resto de la América, esto será bueno?, o aunque sea simplemente inocuo.

Y de esto estoy convencido que NO, desearía no ser tan escéptico pero, tendré que ver para creer.

Siempre y lo demuestra la Historia, para estar bien el Norte, el Sur no la pasó bien.

Nadie que llega de una nacionalidad adquirida por casualidad, que se crió en unas islas, hijo de un matrimonio multiracial, con preocupaciones sociales, de tez morena, pues técnicamente si cabe el termino no podría se definido como un afroamericano de tiempo completo, estudie eh Harvard, presida su principal revista de leyes, y sea candidato a senador y logre, o sea se convierta como dicen los de allá en un padre de la patria, etc. etc. y hoy cumpliendo el American Dream, llegue desde lo mas bajo de la sociedad a la Presidencia de los EEUU, no sé, algo podría oler a podrido en Dinamarca.

Si nos formamos políticamente y la historia se encargó siempre de reafirmarnos lo cierto que resulta, que Gobierne quien Gobierne en el imperio, nosotros nos jodemos de una u otra forma.

O a caso nos fue mejor con los Kennedy, los Carter, o con Clinton, no muchachos, estos tardan en mandar marines, pero nos dominan con los diplomáticos y economistas que con una sonrisa nos acuestan. O Clinton al igual que Bush padre no respaldó las políticas de los Noventa igual.

Los cipayos locales, prensa, lobbys e incluso políticos, compañeros o nó, compraron al igual que hoy la oferta, y nos sentíamos parte de ese mundo VIP, obviamente con las excepcionéis notables que las hubo, y una mayoría silenciada, aplastada pero resistente, por los medios que hacía parecer que todos estaban de acuerdo al a brújula que apuntaba al Norte.

No creo que Barack Husseim, (será primo del cuco de Iraq), sea alguien que se les escapó del sistema, creo, salvo pruebas en contrario, es un claro ejemplo de Gatopardismo, si tuviese un comportamiento distinto el Stablishment lo hubiera condenado.

Creo honestamente que Mc Cain y su vice presidente erán claramente la cara del enemigo tradicional que conocemos, un cowboy de ley, y no presentaba fisuras, seguiríamos teniendo al enemigo claramente identificado.

Bueno basta de reflexiones, quizás me esté equivocando, y a partir de mañana, como dice Cortez, comenzaré a vivir la mitad de mi vida, con los EEUU, preocupados por los países emergentes, con sus ejércitos tras sus fronteras, abierto a las economías en desarrollo del mundo, con sus empresas y sus lobbys trabajando para una mejor calidad de vida para todos, fomentando la verdadera integración de los habitantes de su Nación, sumándose al esfuerzo de las nuestras por salir de las crisis, convirtiendo el sueño de una América unida, con un capitalismo de fuerte contenido social, donde las campaña al exterior se vinculen a la lucha contra el hambre, reduciendo los capitales que se invirtieran en la industria bélica, y tanta otras cosas mas que soñamos desde este lejano Sur de América.

Si alguna de estas cosa empieza a suceder, empezaré a pensar en que es hora de pensar en dar algún crédito, y quizás esboce una sonrisa y hasta me alegre un tanto, si sucediera el Cambio, pero el que nos contenga a todos, orgulloso reconoceré mi falta de Fe y mis errores de interpretacion.

Mientras tanto, seguiré creyendo que Cristina, hoy está bien que esté en Cuba, al final de cuentas, con todos los quilombos, errores y aciertos, Fidel Castro, vio pasar a mas de 8 presientes e los eeuu, y el y la realdiad de la isla siguen incólumes.

Y esto me lo dijo un viejo cubano del exilio, ya con admiración a su viejo adversario.

Ya habrá tiempo de estar con el primo de Husseim, pues si de nosotros necesitan algo, lo vendrán a buscar, esta vez con pocos marinos, con una sonrisa y una palmada,y nos tendrá siempre de la vereda de enfrente, pero si es el cambio es en serio para integrarnos, constituir una gran nacion americana, justa, libre, y unida, será una obligación estar allí.

Mientras tanto, sigamos batiendo nuestro propio tambor, no compremos pescados de colores, seamos escepticos, asta que nos demuestren lo contrario, ya que mas temprano que tarde llegará la Hora de los Pueblos.

JDI/

POR DEBAJO Y POR ENCIMA DE OBAMA ESTÁ EL IMPERIO.
Por Benjamín Forcano. (*)
España.

La estela imperialista de Estados Unidos es larga, pero para quien quiera entenderla un poco no tiene sino seguirla desde los años 90 hasta hoy.

Fue en el año 91 cuando se produjo la brutal caída de la Unión Soviética y el mundo dejó de ser bipolar.

Al mundo le rebrotó una gran esperanza.

Parecía iba a cumplirse lo establecido por la ONU en 1945: -Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Con razón, hay autores que llegan a decir que -Los derechos humanos definen el horizonte de nuestra historia.

Y sobre la igualdad entre estados y pueblos cabría decir lo mismo, pues un país pequeño, Nicaragua por ejemplo, tiene la misma soberanía que Estados Unidos.

Pero, a la orilla de la caída, estaba al acecho la oligarquía del capital financiero, que enseguida apostó por no contar con las organizaciones multilaterales existentes, incluida la ONU y apostar por la fuerza militar del poderío estadounidense.

En el mercado mundial optaron por la mano invisible que controlaban a perfección, despreciando toda norma que intentara dar sentido humano a la economía.

Apenas pasaron unos meses y las esperanzas de un acuerdo universal entre los Estados y de un Derecho universal en lugar de la violencia del más fuerte, se vinieron abajo: imperio norteamericano contra democracia planetaria.

Dicha oligarquía, ya antes del 90, había transformado el Estado en factor para la realización de los intereses privados. Lo que se pensó que era un estado nacional se convirtió en imperio: fuerzas armadas, sistemas de escucha internacional, aparatos de espionaje e información, puro instrumento de expansión y protección del capital financiero.

En el 96, Jesé Helms -presidente de la comisión de asuntos exteriores del Senado- dijo: -Estados Unidos deben dirigir el mundo portando la antorcha moral, política y militar del derecho y de la fuerza.

Thomas Friedman -consejero en la administración de Clinton- era más explícito: -Para que la mundialización funcione, Estados Unidos no debe tener miedo a actuar como la invencible potencia que es en realidad.

Quedaba así reafirmado el dogma ultraliberal: voluntad absoluta de imponer y dominar sin idea alguna de solidaridad internacional.

Estados Unidos se consideraba por encima de toda ley, sujeto únicamente a sus propias instancias y podía permitirse no ratificar la Convención que prohibía las minas antipersona, rechazar el principio de una Justicia Internacional y desechar el Tribunal Penal Internacional, que establecía por primera vez que cualquier político o militar responsable debía rendir cuentas por la violación del Derecho.

Gobiernos aliados o amigos gozarían, ante la trasgresión de leyes internacionales, del consentimiento –tácito o explícito- de Washington. Hubo oposición también a que los países pobres pudieran acceder a los medicamentos del sida y al reconocimiento, entre los derechos humanos, de los derechos económicos, sociales y culturales: -Para un analfabeto, escribe Jean Ziegler, la libertad de expresión no tiene sentido.

Todos los derechos son interdependientes y deben ser reconocidos, pero para el imperio los derechos económicos, sociales y culturales no pueden existir como bienes públicos.

Son millones los pobres que viven en extrema pobreza. Pero, eso no es competencia del mercado.

George Bush -enero de 2001- entra en escena política como guardián de los intereses planetarios de los oligarcas.

Personajes bien conocidos en la política estadounidense han afirmado categóricamente: -La administración Bush sólo se entiende desde el poder del petróleo y de las industrias del armamento.

Los principales dirigentes de su gabinete proceden de los medios petroleros tejanos: Jeff Bush, Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Condolezza Rice, etc.
Su prepotencia les ha llevado a suprimir el control de los paraísos fiscales, a los que les es esencial la evasión fiscal y el blanqueo de dinero, así como a rechazar en el año 2001 -frente a 143 estados signatarios- cualquier normativa o protocolo que pretendiera controlar instalaciones para producir armas biológicas, lo que no les ha impedido erigirse en acusadores de otros estados que intentaban hacer lo mismo.

Si no se cumple con este deber, ¿cómo puede impedir que Irán haga lo mismo?

Unilateralmente, en el 2001, el presidente Bush anuló el protocolo de Kyoto que, en diciembre del 2001, habían ratificado ya 84 Estados.

También anuló el tratado para el control de los misiles balísticos internacionales.

Cuando en noviembre del 2001, se libró la batalla del Kunduz, Donald Rumsfeld, contra la Convención de Ginebra, se negó en dos ocasiones a aceptar la rendición que los combatientes talibanes ofrecieron. Rumsfeld exigió que fueran pasados por las armas.

Sin que a nadie se le ocurra excusar el fanatismo y la responsabilidad de la yihad en el atentado de las torres del Wold Trade Center, hay que reconocer que el integrismo de la índole que sea se nutre de la exclusión y de la miseria.

-La lucha contra el terrorismo es también y de forma necesaria una lucha contra la pobreza extrema, contra la denegación de la justicia y contra el hambre (Jean Ziegler).

La política de Bush avanzó en la dirección señalada por sus asesores: -El libre intercambio promueve los valores de la libertad.

La campaña mundial antiterrorista -o a favor de la privatización del mundo o contra nosotros, aseguró el ascenso imparable de los gastos militares.

Los tres principales lobbistas de la sociedad armamentística Carlyle Group son: el padre de George Bush, James Baker (ex secretario de Estado), y Frank Karlucci (antiguo secretario de Defensa).

No hace falta ni reseñar lo ocurrido con la guerra del Irak, Guantánamo, y, últimamente, con el apoyo a Israel en la invasión de Gaza, etc.

La pestilencia de esta política se pretende, a veces, legal, pero llega hasta lo más alto.

Y si alguna novedad tiene el imperio norteamericano es que sus guerras de agresión las pagan sus aliados y víctimas.

Paúl Kennedy, ante las gigantescas inversiones financieras militares, ha dicho con toda razón que -Estados Unidos tienen firmemente atrapado al planeta entre sus garras.

Para impedir la extensión de un pensamiento crítico ha sido férreamente operativa la censura impuesta por el mando militar que intentaba ocultar los millares de víctimas destrozadas por las bombas en Afganistán y en otras partes.

Encubridoramente, la prensa de gran tiraje no ha publicado apenas nada sobre estas masacres o bombardeos.

Y, lo más extraño, el mundo ha aceptado como terroristas a los que Bush ha designado como tales.

Y esos tales son todos aquellos que se oponen a organizar el mundo como a ellos les conviene.

Al concluir esta lectura, es posible que el lector se haga estas o parecidas preguntas:

-Obama, estadounidense, que vive en ese imperio, es proclamado presidente este 20 de enero.

¿No servirá la faraónica ceremonia para distraerle de la faz siniestra de ese imperio y hacerle gustar sus grandezas patrióticas y así entrar en la trampa de la oligarquía financiera y militar?

-Sin poner en cuestión sus sueños y propósitos de cambio, ¿Podrá Obama, tal como ha prometido, dar un giro a su política internacional desde la letra y el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas? ¿Con qué poderes, recursos y apoyo social cuenta?

-¿El peso preponderantemente pernicioso del imperio norteamericano es de ahora y, por lo mismo, de fácil neutralización o lo es de una larga praxis histórica, que imprime carácter no solo en los políticos sino en grandes sectores de la población?

No obstante, los sueños hay que mantenerlos pese a lo adverso de la realidad, porque -es luchando por lo imposible como se llega a lo posible.