¿Pertenecen algunos agentes del servicio secreto
Estadounidense a algunas ramificación del ku klux klan?
Por: Bartolo Boyer
Otaño
boyeregard@gmail.com
Análisis
El presidente de los
Estados Unidos Barack Obama, a logrado éxito, en un país donde predomina la
raza Blanca, y donde ninguno de los
presidente de las ultimas tres décadas han logrado obtener una fusión consensuada
con su anglosajón y orgullosa Nación Yankees.
Las guerras en el Medio Oriente Obama, a
jugado un papel fundamental tomando de las manos el dialogo y las políticas de
desarme en países bélicos, dejando ver un liderazgo en la búsqueda del entendimiento y la paz, en
la regiones Afganas, Asiáticas, Iraníes y en Pakistán. Los elementos y
herramientas que construyen el alcance de la nación Norteamericana, llevan como
punta de lanza la hegemonía de un presidente carismático y autoritario, pero
con una sutileza capas de hacer entender sus rivales en las difíciles polémicas
internacionales sin el uso de un desacierto en su política democrática.
Parece ser que tal política, no les favorece
ha algunos grupos poderosos en los Estados Unidos de Norteamérica. y producto
de eso es que las estadísticas arrojan
datos: como qué Barack Obama, es el presidente Norteamericano con más atentado
que todos los presidente de los Estados Unidos.
Chispa
Sectores ocultos en
los estamentos del poder en la Casa Blanca, Washington o en el pentágono, de
seguro no vieron con buenos ojos, los comentarios del presidente de la Nación Barack
Hussein Obama, cuando este se puso de
ejemplo: como un padre afroamericano, lo es el padre del adolecente de 17 años,
desarmado fue ejecutado por George Zimmerman,
el jefe de guardia de un vecindario en la Florida, que declaró que disparo a Trayvon Martin, en defensa propia.
Obama dijo que la muerte de Trayvon Martin
hace especial eco en él porque es un
padre afroamericano. Agregó, “Si yo tuviera un hijo, se vería como Trayvon”,
haciendo alusión a su condición de hombre de color y de lo horrendo del crimen.
Barack Obama clamó dijo que la nación debe hacer una “búsqueda
en el alma para averiguar cómo pudo suceder algo como esto”.
Fue una expresión
humana de un presidente de color, que no conoce las diferencias raciales porque
gobierna para el mundo y el mundo no tiene color de piel.
Otra demostración de admiración fue cuando el
presidente Norteamericano Barack Obama, exhortó el 16 -1- 2012, durante un
breve discurso en el centro Educativo Browne de esta capital, donde acudió con
su esposa Michelle y su hija Malia, para participar y recordar la memoria del
líder cívico Martin Luther King, quien
fue asesinado el 4 de abril de 1968, en Memphis Tennessee.
Todas estas acciones del mandatario estadounidense,
de seguro han dejado una estela de juicio en algún lugar donde se ocultan las
manos históricas de organización de
extrema derecha en los Estados Unidos, donde fue fundad por primera vez, la
encarnación del Klan en el año 1865, por veteranos después de la Guerra de Secesión, quienes se resistieron
a la Reconstrucción del nuevo sistema.
Sin embargo, hubo una reacción que en poco
tiempo llevó a la organización al
declive, pues las élites sureñas veían al Klan como un pretexto para que las
tropas federales estuvieran activas en los Estados del Sur. El KKK fue
formalmente disuelto en 1870 por el presidente republicano Ulysses S. Grant, a
través del Acta de derechos civiles de 1871 (conocida como “El Acta Ku-KLUX
Klan”)
El segundo KKK fue una organización más
formal, con membrecía registrada y con
una estructura estatal y nacional. El número de miembros llegó a ser de 4ª5
millones. La popularidad del Klan comenzó a caer en la Gran depresión de 1929,
y durante la Segunda Guerra Mundial, ya que algunos miembros destacados del
Klan protagonizaron escándalos por apoyar a la Alemania nazi.
El Ku Klux Klan original fue creado después
de la Guerra Civil Americana de Estados Unidos, el 24 de diciembre de 1865. Lo
crewaron seis veteranos Confederados de clase media y baja, molestos con la
situación en su pueblo, Pulaski, Tennessee, en los años de la postguerra.
El Ku Klux Klan buscó el control político y social de los
esclavos liberados. En particular, intentó socavar la educación, el avance
económico, el derecho a portar armas y los derechos electorales de los
afroamericanos. Sin embargo, el Klan no se limitó a actuar contra estas etnias,
pues los republicanos del Sur también fueron Blanco de sus tácticas intimidatorias.
Frecuentemente, obtenían sus propósitos mediante la violencia. Por ejemplo, en
las elecciones generales de Georgia, en abril de 1868, el condado de Columbia
registró 1,222 votos para el candidato republicano a noviembre de ese año, en
el mismo condado sólo hubo un voto a favor del candidato republicano Ulysses S.
Grant.
Tres miembros del Ku Klux Klan fueron arrestados en Missipi, en septiembre
de 1871, por el intento de asesinato de una familia. Los miembros del Klan
easeguraron haber matado a más de ciento cincuenta negros en un solo condado de
la Florida, y cientos más en otros condados. Una proclamación hecha por Gordon
en 1868 resume varios de los asuntos detrás
de las violencias activadas por el d
Klan.
Barack
Obama, no pude dejar el incidente de la Cumbre de las Américas, en
Cartagena de Colombia, como un hecho
aislado de un equipo de Agentes Secretos, que usaron el escenario de Colombia
como una excursión de Boscos. Donde
estaba incluido un tema de la penalización de las drogas y donde residen carteles como el de Medellín, el
cartel de Cali, el cartel de Norte del Valle, o de la Costa. Sin La FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Todas estas conjeturas
no parecen ser un desliz, de un grupo de profesionales entrenado para resistir cualquier
tentación en procura de salvaguardar la vida del presidente de los Estados
Unidos, fuera de su territorio en misión diplomática.
Hubo una directriz y debe ser encontrada por
los organismos de seguridad de la nación norteamericana. Los pequeños descuidos
pueden desestabilizar el mundo sino se corrige desde el nacimiento que la
produce.
Biografía
Nacido en Hawái, criado en las islas e
Indonesia, de padre keniano y madre de Kansas, mulato por tanto pero a la vez
el primer negro en plantarse a las puertas de la Casa Blanca, con educación de
Ivy League y formación profesional en lo más duro de Chicago.
No, Obama no se
parece a los presidentes que aparecen en los billetes, pero este hecho, que
cuando anunció su candidatura a la Casa Blanca parecía el mayor de sus
inconvenientes (¿cómo va a ser un negro presidente de EEUU?), ha acabado
convirtiéndose en la mayor de sus ventajas: sin necesidad de que abriera la
boca, Obama ya simbolizaba por sí mismo el cambio por el que suspira este país.
Ann Dunham nació
en Wichita, en esa Kansas puramente conservadora que con el tiempo se convirtió
en la hebilla indispensable del cinturón de la Biblia de EEUU. Pero Dunham no
era una hija tradicional de Kansas.
En la
Universidad de Hawái conoció a Barack Hussein Obama, un estudiante keniano
musulmán que se declaraba ateo. Se casaron y juntos tuvieron a Barack Hussein
Obama, nacido el 4 de agosto de 1961.
Dos años
después, la pareja se divorció, y el padre de Obama regresó a África y murió en
un accidente de automóvil, en 1982. En medio, Obama solo vería a su padre una
vez, a los 10 años.
De esa figura
paternal inexistente pero por eso siempre presente y lo que significa para él y
su identidad surgiría años después Sueños de mi padre, su primer libro, escrito
cuando aún no era quien ahora es, y por eso mismo de una sinceridad y una
calidad inhabituales en las obras de políticos.
Mujeres fuertes
La biografía de
Obama está marcada por unas figuras femeninas fuertes. Ann –que murió de cáncer
de ovarios en 1995– es la primera.
Tras su
divorcio, se casó con el indonesio Lolo Soetoro, y la familia se mudó a Yakarta,
donde Obama vivió hasta los 10 años, edad en la que regresó a Hawái para ser
criado por la segunda gran mujer de su vida: su abuela, Madelyn Dunham,
fallecida.
Mientras Obama
pasaba de la infancia a la adolescencia, se convertía en un más que aceptable
jugador de baloncesto y coqueteaba con la cocaína y la marihuana con sus
amigos, su madre iba y venía de Indonesia.
Acabado el
instituto, empieza una etapa clave en la formación de Obama: hasta 1988, vivió
en Los Ángeles y Nueva York, donde cursó estudios
universitarios
(se especializó en relaciones internacionales en la Universidad de Columbia),
pero sobre todo trabajó como asistente social en las zonas más degradadas y con
mayor carga racial de Chicago.
1988 fue el año
en que Obama empezó a tomar el camino que le ha llevado a un paso de la Casa
Blanca. Fue entonces cuando entró en la facultad de Derecho de Harvard y, a los
dos años, fue elegido director de su prestigiosa revista.
Eso le granjeó
sus primeros titulares periodísticos, al ser el primer negro en conseguirlo.
También sirvió
para empezar a intuir que el político Obama no sería un político negro como los
demás.
Sus compañeros
de entonces recuerdan que él no ejerció su cargo desde un punto de vista de
identidad negra, lo que con el tiempo se convertiría en una de las
características principales de Obama como figura pública.
Instalado en
Chicago
En los tiempos
de Harvard, la vida de Obama ya estaba centrada en
Chicago. En 1989
se casó con Michelle, brillante abogada, la tercera gran mujer de su vida, con
la que tiene dos hijas. Obama ha dicho en muchas ocasiones que Michelle, entre
otras muchas cosas, le sirve para que su ego y su ambición no se desborden.
Porque ya
entonces el joven Obama empezó a cimentar su carrera
política en un
entorno tan complejo como es la política de Chicago.
Era un Obama que
trabajaba de abogado tras doctorarse cum laude en Harvard y que frecuentaba los
círculos demócratas más izquierdistas.
Pero, a la vez,
supo cómo trabajarse la maquinaria de su partido en la ciudad, paso previo
imprescindible para aspirar a un cargo público.
En 1997 se
convirtió en senador del estado de Illinois, cargo que revalidó en dos
ocasiones hasta el 2002.
En el 2000,
perdió las elecciones a la Cámara de Representantes nacional. Pero en el 2004
ganó la carrera al Senado de EEUU y se trasladó a Washington. Ese Obama ya
tenía muy claro su objetivo.
La convención
demócrata del 2004, la que coronó a John Kerry para acabar perdiendo contra
George Bush, es recordada por su emocionante discurso, en el que presentó en
sociedad uno de los pilares que lo han llevado al umbral de la Casa Blanca: la
esperanza de cambiar mediante la unión de todo el país tantas y tantas cosas
que no funcionan en este perplejo y agotado EEUU del siglo XXI.
Ese fue el tema
de uno de sus mejores discursos de esta campaña, el de la victoria tras el
caucus de Iowa.
Esta idea de
unión y de trabajo conjunto frente a las adversidades surge de su experiencia
como asistente social en Chicago.
Esa ciudad,
hogar por opción del que hasta que llegó era un trotamundos, marca a Obama.
Allí aprendió a hacer política, allí sentó la cabeza, allí se enamoró y fundó
su familia y allí, en sus propias palabras, encontró la religión.
Su padre era
musulmán, aunque no creyente, al igual que su padrastro, mientras que su madre
y sus abuelos no eran creyentes.
En Chicago
conoció de primera mano la labor social de las combativas iglesias negras, y
acabó en la Trinity United Church of Christ, donde en 1988 se bautizó, se casó
y bautizó a sus hijas.
Por eso tener
que renegar públicamente del reverendo Jeremiah Wright durante la campaña
electoral fue un trago tan amargo para Obama, aunque como es habitual en él lo
aprovechó para ofrecer un inspirado discurso sobre la cuestión racial en EEUU.
El liderazgo
negro
En Chicago
también vio Obama un ejemplo que no iba a seguir: el de Jesse Jackson.
De hecho, los
históricos líderes de la comunidad negra nunca han visto con buenos ojos a
Obama, defensor de un pragmatismo que sostiene que insistir en las
reivindicaciones de los negros solo logra separar a los blancos con quienes
tienen objetivos comunes.
Si los negros
tienen problemas de sanidad, argumenta Obama, hay que
cambiar el
sistema en su globalidad, lo cual favorecerá a todos.
Lo importante
son los problemas, no la identidad de a quienes afectan.
Esta visión, que
tanto ha contribuido a que en su carrera lo hayan votadomuchos blancos, nace de
su experiencia personal.
Obama tiene seis
parientes directos de la parte keniana de su familia, y una hermanastra
indonesia fruto de las segundas nupcias de su madre. A eso hay que añadirle la
familia blanca de Kansas de su madre.
Una ONU en
miniatura, como a veces ha bromeado Obama, que contribuye a la imagen de
modernidad, mestizaje y cambio que tan atractiva resulta sobre todo entre los
segmentos más jóvenes del electorado.
Y es que Obama,
por su biografía, es a la vez mensaje y mensajero del cambio que anhela EEUU.
MANDA OBAMA,
INSPIRADO EN LINCOLN Y MANDELA
Nacido de un
padre negro como un carbón y de una madre blanca como la leche, Barack Hussein
Obama llega a la presidencia de Estados Unidos convencido de que es posible
rescatar a su país de la larga oscuridad política en que, en su consideración,
lo sumió George Bush.
Un atardecer en
Hawai, Barack Hussein Obama, padre del presidente electo de Estados Unidos,
estaba en un bar tomándose unas copas con su suegro y algunos amigos
universitarios cuando un hombre blanco le espetó el insulto más grave, más hiriente,
más políticamente incorrecto que existe en el inglés estadounidense.
Le llamó nigger,
algo así como negrata, pero con una cuota de desdén multiplicada por cien, ya
que fue el apelativo con el que se denigraba a los esclavos en el siglo XIX. Concretamente,
el hombre blanco declaró que no quería tomarse un trago al lado de un nigger.
Obama era
conocido como un hombre orgulloso y se esperaba una pelea. Más aún cuando éste
se dirigió con pasos firmes hacia su agresor.
Pero no. Obama
se plantó frente al hombre con una sonrisa y procedió a darle una serena y
erudita clase de civismo.
Citó la
declaración universal de los derechos humanos, le recordó los ideales en los
que se basaba el sueño americano y le explicó que la intolerancia, más que una
grosería, era una estupidez.
El hombre blanco
se sintió tan mal que no sólo le pidió efusivas disculpas sino que soltó un
billete de cien dólares y les pagó todas las copas y la comida a él y a sus
amigos.
Hay motivos para
pensar que, en circunstancias parecidas, el hijo de aquel Obama haría lo mismo.
La anécdota aparece en la autobiografía de Barack Hussein Obama, Los sueños de
mi padre, un libro que, como el título sugiere, rebosa fascinación por la
figura paterna.
Obama apenas
conoció a su padre, nacido en Kenia, ya que éste abandonó a la familia en Hawai
y se divorció de su mujer para irse a estudiar a Harvard cuando el pequeño
tenía dos años.
Sólo se verían
una vez más en la vida. Pero el viaje de autodescubrimiento que narra el libro
pasa por una exploración minuciosa del padre, una especie de trabajo de
detective que concluye con interrogaciones a fondo de sus medio hermanos,
primos, tíos y abuela durante su primer viaje a Kenia, a los 26 años.
Lo que queda
claro hoy es que Obama ha heredado, y también conscientemente emulado, las
virtudes de su padre, sin dejar de sacar las lecciones debidas de una tendencia
terca y autodestructiva que lo condujo a la depresión, a la bancarrota, al
alcoholismo y a la muerte -a los 46 años- en un accidente de coche.
El comandante en
jefe número 44 de la historia de Estados Unidos posee la inteligencia, la calma
y el aplomo de la mejor versión de su padre.
A tal punto que
ni sus adversarios más tenaces lo niegan. Charles Krauthammer, célebre
columnista neoconservador del "Washington Post", ha llegado a
escribir que Obama goza de -una inteligencia de primera y un temperamento de
primera.
Pero posee una
cualidad incluso de más calado que la exhibida por su padre en aquel bar de
Hawai y por él mismo durante y después de la campaña presidencial, que será la
que definirá su presidencia: un profundo instinto reconciliador.
Hay dos
categorías de políticos: los que llegan al poder y gobiernan a partir de la
división, apelando al tribalismo inherente a la especie -la inmensa mayoría-, y
los unificadores, los grandes, los que trascienden su época, como las figuras
históricas más admiradas de las dos culturas que han forjado a Obama: Abraham
Lincoln y Nelson Mandela, modelos reconocidos por él mismo.
La fe en que lo
logre resume la esperanza global que ha despertado Obama de que, tras ocho años
de infamia y por primera vez desde tiempos de John Fitzgerald Kennedy, Estados
Unidos vuelva a aportar de manera explícita y activa su fuerza y su peso moral
para la creación de un mundo mejor.
Es difícil
concebir dos individuos más diferentes que Barack Hussein Obama y el presidente
saliente, George W. Bush. Este último nació en el seno de una familia
perteneciente a la aristocracia adinerada del noreste de Estados Unidos.
Su padre fue,
sucesivamente, jefe de la CIA, vicepresidente y presidente de Estados Unidos.
George W., la oveja negra de la familia, fue un estudiante vago que ingresó en
Yale gracias a las conexiones familiares y pasó su juventud oscilando entre la
borrachera y el despilfarro, sin demostrar jamás la menor curiosidad por el
mundo que lo rodeaba, mucho menos el mundo mundial.
Hasta que a los
40 años cambió el alcohol por el evangelismo cristiano.
Lo más notable
que había hecho hasta aquella epifanía religiosa, el impulso divino que le hizo
el favor a la humanidad de lanzarlo a la política, había sido estrellar el
coche de su padre tras una noche de juerga en el acomodado barrio de
Georgetown, en Washington.
Símbolo desde
que nació
Obama, recién
llegado al mundo en 1961, ya era un iconoclasta: un símbolo, llevado a extremos
impensables, de reconciliación racial.
En una época en
la que el Ku Klux Klan seguía linchando y en varios estados de Norteamérica
todavía era ilegal tener relaciones sexuales interraciales, Obama nació en
Honolulú de un padre negro como el carbón y una madre blanca como la leche,
como él mismo los describe en Los sueños de mi padre.
Cuando tenía
seis años, su madre, Ann Dunham, se casó con un ingeniero indonesio musulmán
(la misma religión que practicaba el abuelo paterno de Obama) y se trasladaron
a Yakarta. Obama, que en seis meses ya hablaba el indonesio, jugaba todos los
días en las calles de la bulliciosa ciudad con los niños más humildes y allí se
acostumbró a comer, entre otras delicias locales, carne de perro y de serpiente
y grillo asado. Con 10 años consiguió ingresar en el mejor colegio de Honolulú,
lo cual lo obligó a dejar atrás su hogar familiar en Yakarta e ir a vivir con
los padres de su madre.
Él era un
simpático veterano de la Segunda Guerra Mundial venido a menos; ella, una
disciplinada empleada de banco que aportaba más que su marido a la economía
familiar.
Obama fue a la
universidad en California y después en Nueva York, consiguió trabajo como activista
comunitario en los barrios más pobres y más violentos del sur de Chicago e hizo
una gira de cinco semanas por Kenia, donde conoció a su extensa familia paterna
y visitó los lugares donde su padre pastoreaba cabras de pequeño y donde su
abuelo cocinaba y limpiaba las casas de los oficiales coloniales británicos.
Obtuvo una beca
para estudiar Derecho en Harvard -allí fue el primer hombre negro en ser
elegido presidente de la prestigiosa revista Harvard Law Review- y volvió a
hacer política de barrio en Chicago.
A los 33 años
completó algo inimaginable para George W. Bush y para muy pocos políticos de
cualquier época y cualquier lugar: escribió su autobiografía, un libro que se
caracteriza por una redacción impecable, una penetrante capacidad de autorreflexión
y una generosa sensibilidad hacia los demás.
Catorce años
después, tras breves etapas representando al Partido Demócrata en el Senado
estatal de Illinois y el nacional de Washington, ha concluido los capítulos
iniciales de una historia que apenas comienza con lo que él ha llamado el
improbable desenlace de ser elegido, por sustancial mayoría y envuelto en un
fervor público no visto desde tiempos de John Fitzgerald Kennedy.
Lo tenía todo en
su contra y sus rivales republicanos lo sabían. Lo acusaron de todo. De ser
radical, socialista, marxista, musulmán, amigo de terroristas y antiamericano.
Como dijo un
columnista de la revista New Yorker, el futuro presidente -será un hombre cuyo
primer nombre es una palabra en swahili derivada del árabe (significa
´bendición´), cuyo segundo nombre no sólo es el de un nieto del profeta Mahoma
sino también el del blanco original de una guerra sin terminar que empezó
Estados Unidos y cuyo apellido rima bien con Osama.
-Ése no es un
nombre, es una catástrofe, por lo menos en la política americana, agregaba el
columnista.
Sin embargo,
Obama ha logrado transformar la aparente catástrofe en un triunfo histórico,
convirtiendo su mestizaje en símbolo de optimismo y unificación. Como todo gran
político, posee el don de la persuasión.
Por eso hay
tanta gente dispuesta a creer su grandilocuencia cuando define su misión de la
siguiente manera: -Una nación curada. Un mundo reparado. Una América que vuelve
a creer.
Lejos de
albergar resentimiento hacia su país adoptivo, característica hasta hoy de una
buena parte de sus compatriotas negros, Obama es un patriota.
Lo declaró con
convicción en el discurso que lo propulsó a la fama, durante la convención
presidencial demócrata del 2004: -Me presento aquí hoy agradecido por la
diversidad de mi patrimonio... sabiendo que mi historia es parte de una
historia americana más grande, que estoy en deuda con todos aquellos que me
precedieron y que en ningún otro país del mundo mi historia sería ni siquiera
posible.
Obama ha vuelto
a recordar a todo el mundo los motivos por los cuales Estados Unidos ha sido
históricamente digno de admiración, hasta -la larga oscuridad política en la
que se había perdido, como él mismo definió en aquel mismo discurso los
primeros cuatro años del mandato de Bush.
Lo que está por
verse es si seguirá ganándose la admiración mundial tras instalarse, el próximo
20 de enero, en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Hay muchos
escépticos, especialmente de izquierdas, que dudan de la capacidad de Estados
Unidos de observar al resto del mundo a través de otra óptica que no sea la
imperial, independientemente de la identidad o la retórica del presidente. Y es
verdad que en la política exterior de Estados Unidos, como en la de cualquier
país, están los intereses primero y después -en el mejor de los casos-, los
amigos.
La diferencia
ahora es que Obama, más que cualquier otro presidente que lo haya precedido,
conoce el imperio desde adentro y desde afuera; es capaz de ver a su país desde
el punto de vista de un patriota convencido y desde el de un extranjero
crítico.
En este sentido,
tiene por lo menos tanto que agradecer a su madre como a su padre.
En una
entrevista, Obama se refirió a su madre como -la figura dominante de mi
juventud, los valores que me enseñó siguen siendo mi piedra de toque en el
mundo de la política.
Ann Dunham, que
murió de cáncer a los 53 años y nunca dejó de estar enamorada del padre de
Obama, sería una mujer atípica hoy en un país en el que la proporción de matrimonios
entre blancos y negros es mucho menor que en Europa occidental; pero cuando
esta hija de un soldado, nacida en Fort Leavenworth (Kansas) durante la Segunda
Guerra Mundial, se casó con Barack padre a los 18 años tras conocerlo durante
una clase de ruso (¡de todos los idiomas posibles en plena Guerra Fría!), era
una aberración.
Poco más normal
fue casarse después con un indonesio, mudarse a su país y procurar que su hijo
no sólo se empeñe a fondo en el colegio sino que se integre de lleno en una cultura
extraña.
Como cuenta
Obama en su autobiografía, su madre le enseñó durante su infancia asiática una
lección que recordaría durante toda su vida: -A desdeñar aquella mezcla de
ignorancia y arrogancia que con demasiada frecuencia caracterizaba a los americanos
en el extranjero.
Su condición de
negro parcialmente desheredado en un país en el que hasta su aparición pública
los matices raciales no han tenido palabra propia (los hijos que Thomas
Jefferson tuvo en el siglo XVIII con una mujer esclava eran negros, como todos
los que han nacido desde entonces con sangre africana) le ha dado también esa
perspectiva de outsider, de individuo que ve Estados Unidos desde afuera, lo
cual alimenta las esperanzas de William Greider, el decano del pequeño núcleo de
observadores progresistas residentes en Washington, de que Obama lleve a cabo
un giro radical en la política exterior de Estados Unidos.
-Lo que el auge
de China y la India y Brasil nos señala es que estamos entrando en una fase
radicalmente nueva de las relaciones entre Estados Unidos y el resto del mundo,
una fase que requerirá una buena dosis de humildad, dice Greider, anteriormente
columnista de Rolling Stone y hoy principal comentarista político de la revista
de izquierdas The Nation.
-Ahora, al ver
cómo nuestro poder decae y llegan tiempos de decepción y dolorosos ajustes,
tendremos que elegir entre la respuesta de siempre -´Es la culpa de los chinos
y los musulmanes y los demás extranjeros´- o la respuesta sensata, que consiste
en reflexionar un poco y evaluar hasta qué punto nuestros problemas los hemos
creado nosotros mismos.
Greider confía
en que Obama entienda esto, pero lo que no tiene tan claro es si le resultará
políticamente factible llegar hasta el extremo de cuestionar aquel concepto -de
manifiesta superioridad, de que somos la mejor esperanza para el mundo, de que
nuestro papel natural consiste en dirigir el destino del planeta, que está tan
arraigado en el ADN nacional, sin excluir a nuestros diplomáticos y a la prensa
seria.
Greider, un
admirador de Obama, espera que el nuevo presidente se atreva algún día a violar
este tabú, lo cual dependería en gran parte del grado de liderazgo moral que
llegara a consolidar sobre sus conciudadanos.
Pero reconoce
que hoy por hoy sería aconsejable que la izquierda americana, como la mundial,
templara sus expectativas de cambio radical, que aceptara que Barack Obama no
va a ser, ni mucho menos, Hugo Chávez.
Lo que sí se
puede esperar con bastante certeza, dice Greider, es que se acabe con -aquella
grosería y estupidez que ha definido la particular mezcla de arrogancia e
ignorancia que ha sido marca de la casa en la era Bush.
Para empezar, la
malograda guerra contra el terror cambia instantáneamente de carácter sin que
Obama tenga que abrir la boca y mucho menos tomar nuevas medidas.
En el ámbito de
mentes y corazones ya hay una batalla ganada.
Ya no va a ser
tan fácil para los propagandistas de la Yihad pintar a Estados Unidos como la
tierra del Gran Satán cuando su presidente tiene el nombre que tiene y su
abuelo se convirtió al islam, entre otras cosas porque, según le explicó un día
a su esposa, no lo convencía esa peculiar idea cristiana de amar a los
enemigos.
Sin embargo
Obama, cristiano practicante, sí pretende hablar con ellos.
Ha expresado su
deseo de dialogar con Irán y con Siria sin condiciones; ha dicho que en
Afganistán su política combinará la fuerza militar con el intento de buscar lo
que sus asesores llaman focos de reconciliables, gente relativamente moderada
en su compromiso ideológico, entre los combatientes talibanes; ha declarado
repetidamente que piensa extraer el grueso de las tropas estadounidenses de
Irak, posiblemente dejando atrás algunos asesores militares, en un plazo de 16
meses, y ha expresado su convicción de que la mejor forma de evitar otro Irak u
otro Afganistán no es la intervención militar cuando resulta demasiado tarde
sino la inversión económica antes de que afloren los peligros terroristas.
No será gandhi,
pero...
Y aunque Obama
tampoco es Gandhi ( -No me opongo a todas las guerras, ha declarado, y también,
-Mataremos a Ben Laden ), todo lo que ha dicho a lo largo de su carrera
política sugiere que buscará establecer relaciones de respeto con todos los
países que lo deseen y que su primer impulso no será, a diferencia del de Bush,
disparar primero y hacer preguntas después.
Él mismo lo
dijo, quizá recordando a su madre, en un discurso hace un año: -El no hablar
con otros países no nos hace quedar como gente dura; nos hace quedar como
arrogantes.
Desde la muerte
de su madre en 1995 y la de su abuela materna el día antes de que ganara las
elecciones presidenciales, la persona de su familia con la que tiene más
intimidad, y a la que más se parece, es su media hermana keniata Auma, que ha
vivido gran parte de su vida en Europa.
Auma Obama, que
una vez le aconsejó que no entrara en política porque era un camino siempre
decepcionante, afirmó a The New York Times el mes pasado que, si había una cosa
en la que se podía confiar, era en que su hermano, al que definió como -una
figura unificadora, "entablaría un diálogo con el mundo".
Ya lo está
haciendo con su propio país. Nada de lo que ha hecho hasta hoy ha demostrado de
manera más convincente su confianza en sí mismo y la vitalidad de su instinto
reconciliador que -el equipo de rivales -citando el título de un libro sobre
Abraham Lincoln que ha influido mucho en Obama- con el que se ha rodeado en su
futuro gabinete.
Guiado más por
el pragmatismo (cualidad imprescindible del reconciliador) que por las deudas
contraídas y las habituales fijaciones partidistas, Lincoln eligió a los
individuos más brillantes de su generación, independientemente de sus
filiaciones políticas o del hecho de que algunos de ellos habían sido, hasta
hacía muy poco, sus enemigos políticos.
Obama explicó el
origen intelectual de su propio pragmatismo en su segundo libro, un tratado
titulado La audacia de la esperanza y publicado en el 2006.
Ahí escribe:
-Creo que cualquier intento de los demócratas de seguir una estrategia
duramente partidaria o ideológica significa no entender el momento político que
estamos viviendo. Estoy convencido de que, cuando exageramos o demonizamos o
simplificamos el argumento, perdemos. Cuando rebajamos el tono del debate
público, perdemos. Porque es precisamente la búsqueda de pureza ideológica, la
rígida ortodoxia y la total previsibilidad del actual debate político lo que
impide el descubrimiento de medios nuevos para afrontar los retos que tenemos
como país.
Dicho y,
planteada la prueba, hecho. No ha llegado al extremo de nombrar para su
gabinete a Sarah Palin, que declaró con toda la razón del mundo ante sus
enfervorizados correligionarios durante un mitin en Florida que Obama no era un
hombre -que ve América como vosotros y yo la vemos, pero sí ha cogido al toro
Clinton por los cuernos al nombrar a Hillary, su tenaz rival a la candidatura
demócrata a la presidencia, para el puesto clave en política internacional de
secretaria de Estado. Robert Gates, el secretario de Defensa, es un republicano
que fue nombrado por Bush en diciembre del 2006 y que seguirá en su puesto con
Obama.
El equipo para
enfrentar la grave crisis económica que indudablemente representará el reto
inmediato más importante de Obama está compuesto por un tridente que aun una
conocida figura de la derecha washingtoniana, Sebastian Mallaby, del Council on
Foreign Relations, no ha dudado en calificar de absolutamente brillante.
Los antecedentes
de Larry Summers, Timothy Geithner y Paul Volcker demuestran más simpatía
demócrata que republicana, pero los tres son conocidos ante todo como
individuos de fuerte personalidad que no dudarán en entrar en conflicto con
Obama si lo creen oportuno.
-Ahora hay un
consenso total de que hay que incrementar el gasto público, dice Mallaby, un
experto en economía que conoce bien a los tres, -pero podemos estar seguros de
que gente como Summers presionará a Obama, más temprano que tarde, para reducir
el déficit, aunque esto sea a costa de programas de bienestar público que Obama
quizá querría fomentar.
Otra persona que
estará muy cerca de Obama y con la que es seguro que tendrá discrepancias de
criterio es el nuevo ocupante del puesto de asesor de seguridad nacional, es
decir, el jefe de política internacional dentro de la Casa Blanca. James Jones,
un formidable ex general marine de 65 años, tiene un vasto conocimiento en el
terreno político militar dentro y fuera de Estados Unidos.
No ha delatado
simpatías partidistas hasta la fecha y tal es la admiración que provoca su
currículum que John McCain, el candidato presidencial republicano y ex militar,
intentó infructuosamente reclutarlo para su causa electoral.
La crítica más
habitual que se le hace a Obama, y la que le lanzaron con más frecuencia tanto
Hillary Clinton como John McCain durante las dos fases de la campaña
presidencial, es que, a sus 47 y con apenas cuatro años servidos en Washington,
le falta experiencia para gobernar.
Ni él ni sus más
fanáticos admiradores lo niegan, aunque señalan (cosa que reconocen figuras de
la derecha como Charles Krauthammer y Sebastian Mallaby) que su campaña fue un
modelo de disciplina y efectividad comparada con las caóticas campañas que
llevaron a cabo los veteranos Hillary Clinton y John McCain.
Lo que
demuestran sus nombramientos para el futuro Gabinete, en otra opinión muy
generalizada en Washington, es que tiene buen juicio y no teme rodearse de
subordinados notablemente más experimentados que él e incluso, posiblemente,
más inteligentes.
El gabinete de
Obama tiene que ser uno de los más sesudos de la historia. De los 36 individuos
nombrados hasta la fecha (el más reciente fue el premio Nobel de Física Steven
Chu como secretario de Estado de Energía) la mitad tiene títulos de posgrado de
las universidades más prestigiosas de Estados Unidos.
Esto demuestra,
una vez más, la tremenda confianza que tiene en sí mismo y que expresó en
privado hace cuatro años a una amiga y colaboradora política cercana, Valerie
Jarrett. Aún no era senador, pero confesó que su ambición era ser presidente.
Lo recuerda
Jarrett: -Me dijo: ´Es que creo que tengo unas cualidades especiales y que
sería una pena desperdiciarlas. Me dijo: ¿Sabes? Creo que tengo algo.
No siempre tuvo
las cosas tan claras.
Tras una
infancia variopinta y sin complejos en Indonesia y en el alegre limbo de Hawai
(-Era demasiado joven -escribe en su autobiografía- para saber que necesitaba
una raza), se sumergió en el drama afroamericano a través de los guetos de
Chicago.
Al no tener
alternativa social a ser clasificado como negro, se puso a estudiar a personas
de su raza en Chicago que no eran inmigrantes o hijos de inmigrantes, como él.
Lo que aprendió
no lo llenó de felicidad.
Todos delataban,
en mayor o menor medida, la carga de angustia histórica que arrastran los
descendientes afroamericanos de los esclavos, una carga que los distingue (con
la excepción de los indios americanos) del resto de la población de Estados
Unidos, país que se define por el optimismo del inmigrante, con su energía y
ganas de forjarse una vida mejor; no importa que su país de origen sea
Inglaterra, Polonia, México, Egipto o Kenia.
Los
afroamericanos no inmigrantes, como la esposa de Obama, Michelle Robinson,
pertenecen al único grupo que no vino a Estados Unidos de manera voluntaria.
-Ha sido como
transitar por la vida con una cadena y una bola de hierro atados al tobillo,
explicó Jim Coleman, que tiene menos motivos que la mayoría de personas de raza
negra para sentirse agraviado.
Coleman es
profesor de Derecho en la Universidad de Duke, en Carolina del Norte.
Se identifica
con Obama, con quien comparte ciertas ventajas en la vida como, por ejemplo,
haber ido becado a un buen colegio cuando era niño y después estudiar en
Harvard.
-Pero por bien
que te haya ido, como negro en este país no has podido entender las relaciones
sociales sin mirarlas a través del eterno prisma de la raza, dijo Coleman.
-Por eso incluso
gente como yo, que hemos triunfado, nos hemos sentido como transgresores, como
gente que nunca acabó del todo de pertenecer -o de ser admitida- a este país.
Si Coleman antes
se sentía o se imaginaba que los blancos lo veían como un ciudadano de segunda
clase, el triunfo electoral de Obama ha representado para él, como para
millones de afroamericanos, un salto a primera.
-Es, ni más ni
menos, una liberación. Esa angustia ancestral, esa cadena que arrastrábamos:
adiós. ¡Fuera! Sentimos el país como nuestro también, por fin. Ya no estamos
afuera mirando para adentro, porque dentro de la Casa Blanca vivirá una familia
negra, igual que las nuestras. Obama nos ha hecho sentir, de la noche a la
mañana, que somos americanos al cien por cien. Tendremos problemas como país,
claro, pero la gran y mágica diferencia es que ahora los enfrentaremos todos
juntos.
Sentimientos muy
parecidos se han oído desde la victoria de Obama el 4 de noviembre de infinidad
de personas negras, de todas las edades y toda la gama social.
Esa liberación
mental que han experimentado los descendientes de los esclavos, sumada a un más
sutil fenómeno de casi equivalente importancia, la oportunidad implícita que
han aceptado los blancos para pedir perdón a sus compatriotas negros por los
pecados de sus padres, representa ya una hazaña histórica. Aunque no lograra
nada más Obama durante su presidencia, eso ya tendrá una repercusión duradera.
Pero el
demócrata quiere que se lo mida por mucho más.
La promesa de
cambio fue su eslogan electoral. Habla continuamente de la necesidad de
regenerar el país y el mundo, de reparar los daños causados durante ocho años
de Bush, a cuyo gobierno Obama ha acusado de actuar con una "espectacular
irresponsabilidad".
Ante tanta
esperanza en Washington, donde se respira un aire de euforia a pesar de la
crisis económica, existe, según las cabezas pensantes de izquierda y derecha,
una gran duda: si el punto más fuerte de Obama acabará siendo el más débil; si
su afán reconciliador y su necesidad de consenso lo conducirán a la parálisis;
si tendrá las agallas, tras acumular tantísimo capital político, como lo
expresó Sebastian Mallaby del Council on Foreign Relations, de gastarlo.
Si acabará
siendo no Obama, sino Obambi.
Cass Sunstein,
profesor de Derecho en Harvard, conoció a Obama durante sus años estudiantiles.
Lo define como
un hombre que pretende cumplir grandes objetivos ofendiendo los valores del
menor número de personas. -Pero también creo -dice Sunstein- que tiene la
convicción de que, si uno asimila los valores e ideales de sus contrincantes,
si uno demuestra respeto por ellos, es posible dar pasos mayores que los que
uno se podría haber imaginado.
Demostrar
respeto a la gente significa, en un importante sentido, escucharla con
atención.
Un veterano
economista de Washington que hizo una presentación el mes pasado a Obama y a
cuatro miembros de su equipo observó que durante las dos horas y media que
estuvo con él, el político habló, como mucho, el diez por ciento del tiempo, -A
diferencia de Clinton, que en las mismas circunstancias hubiera hablado la
mitad del tiempo, explicó el economista. Frank Luntz, un conocido estratega
republicano, tiene la misma impresión.
-El típico
político se impone a la gente con el objetivo de obligarla a prestarle
atención, dijo Luntz. -Obama es más reflexivo. No empuja. Tiene un aire
relajado que atrae. Eso es tan poco usual....
En otras
palabras, sigue el consejo de Tom Daschle, el líder demócrata en el Senado, de
que -la mejor forma de persuadir es con las orejas.
Lo hizo en la
primera campaña política de su vida, en la que acabó siendo elegido presidente
de la Harvard Law Review.
Ganó gracias a
los votos conservadores. No estaban de acuerdo con él, pero la sensación de que
los escuchaba de verdad y los tomaba en serio resultó decisiva a la hora de la
votación.
Ocurrió algo muy
parecido durante uno de los momentos más complicados de su campaña
presidencial. Su larga asociación con Jeremiah Wright, el pastor negro que lo
casó, se convirtió en un peligro mortal después de que salieran a la luz
sermones en los que el reverendo expresaba un resentimiento que parecía rozar
el racismo contra los blancos de su país.
Obama respondió
el 18 de marzo en Filadelfia con el que muchos consideran el discurso más
valiente de su vida. No hay nada más delicado en Estados Unidos que el asunto
de la raza, pero lo que logró Obama aquel día fue colocarse por encima del
debate, resumirlo y reconducirlo.
Sin asumir nunca
una postura defensiva, sin negar la ofensa histórica contra los negros o que su
rabia fuera legítima, reconoció también que algunos blancos podrían tener
motivos para sentirse resentidos al ver cómo a veces la política de acción
afirmativa daba a compañeros de trabajo negros o a jóvenes estudiantes negros
ventajas negadas a los blancos por el color de su piel. -Declarar que los
resentimientos de americanos blancos son racistas sin reconocer que tienen su
origen en preocupaciones legítimas, esto también amplía la brecha racial y
obstaculiza el camino al entendimiento mutuo.
Tras presentar
el argumento, se postuló a sí mismo como emblema hecho carne del noble objetivo
contenido en el prólogo a la primera Constitución, escrito hace 221 años, de
crear una unión más perfecta.
-No puedo
repudiar al reverendo Wright del mismo modo que no puedo repudiar a la
comunidad negra, del mismo modo que no puedo repudiar a mi abuela blanca, que
ayudó a criarme, que hizo un sacrificio tras otro por mí, que me quiere más que
nada en el mundo, pero que una vez me confesó el miedo que sentía al cruzarse
con hombres negros en la calle... Estas personas forman parte de mí. Y forman
parte de Estados Unidos, este país que yo amo.
Fue quizá ése el
momento en el que salvó su candidatura y ganó las elecciones presidenciales.
Despejó las
dudas que podría albergar todavía la mayoría del electorado acerca de sus
credenciales como patriota, surgidas de su condición de negro de padre
africano, y convenció a todos -blancos, negros y de toda condición racial- de
que hablaba por ellos y de que los entendía.
Recondujo el
debate en el sentido de que señaló no a los blancos y a los negros como el enemigo
que hay que vencer sino a la cultura corporativa de avaricia a corto plazo y a
-las políticas económicas que favorecen a pocos a expensas de muchos.
Recto, cauteloso
Es en la
economía, más que en política internacional o en cualquier otro terreno, donde
los observadores de Washington creen que Obama marcará un antes y un después en
la historia de Estados Unidos.
No es un hombre
alevoso ni de una progresía temeraria.
Es recto,
cauteloso, deliberado a la hora de tomar decisiones, tendiendo a conservador. A
diferencia de Bill Clinton y George W. Bush, tuvo el coraje de reconocer que
fumó marihuana en su juventud y consumió cocaína, pero hoy es un hombre de
familia, abiertamente enamorado de su esposa, que va a la iglesia todos los
domingos y da toda la impresión de haber rechazado explícitamente los excesos
mujeriegos y alcohólicos de su padre.
David Axelrod,
el principal estratega de la campaña de Obama, ha dicho que sería un error
creer que "desde el punto de vista de los valores" ha concluido la
era conservadora de Estados Unidos, la reacción al flower power de los años
sesenta, que comenzó con la llegada de Ronald Reagan al poder en 1981.
Obama es lo que
en Estados Unidos llaman un conservador cultural.
Pero desde el
punto de vista económico, según dijo Axelrod, -no tenemos que elegir más entre
una economía opresiva controlada por el gobierno y un capitalismo caótico que
no perdona.
El gran legado
de Reagan, que ni siquiera Bill Clinton pudo enterrar durante sus ocho años de
presidencia, fue la idea de que la injerencia del gobierno en la economía es
por definición mala, antiindividualista, antiamericana.
La actual crisis
ha convencido incluso a George W. Bush de que ese prejuicio pertenece al
pasado. Pero Obama lo ha tenido muy claro desde antes de que estallara la
burbuja de Wall Street.
En una
entrevista con Rolling Stone hace dos años declaró: -En África muchas veces ves
que la diferencia entre un pueblo donde todo el mundo come y otro donde la
gente se muere de hambre es el gobierno. Uno tiene un gobierno que funciona; el
otro, no. Y por eso me molesta cuando oigo a gente como Grover Norquist (el
intelectual neoconservador por excelencia) decir que el gobierno es el enemigo.
No entienden el papel fundamental que el gobierno juega.
La esperanza de
gente de la izquierda americana como William Greider es que, más allá de
invertir fondos públicos en salvar los bancos y la industria del automóvil,
Obama se enfrentará al enorme escándalo de un sistema de salud estadounidense
que, a diferencia del de los demás países desarrollados, es incapaz de atender
las necesidades elementales no sólo de los pobres sino de buena parte de la
clase media.
-Ahora que el
big government se ha vuelto cool, a ver si por fin vemos una reforma del sector
sanitario para que tengamos, en vez de salud para sacar grandes ganancias,
salud para todos, explicó Greider.
Queda pendiente
la cuestión de si Obama tendrá la valentía de utilizar su capital político para
tomar medidas que generen polémica y desgasten parte de su capital, que a su
vez dependerá de su capacidad de mantener su popularidad personal en tiempos de
profunda crisis.
Lo que sí tiene
a su favor es aquella enorme confianza en sí mismo, cualidad -más allá de la
arrogancia porque es inherente- que comparte con los dos grandes
reconciliadores Lincoln y Mandela. Su padre africano fue su primer modelo,
aunque muchas veces las lecciones que aprendió de él vinieran de segunda mano.
Fue su abuelo
materno, el ex soldado, el que le contó cuando su padre se atrevió a cantar
canciones africanas ante un gran público en un festival internacional de música
de Hawai: -No era nada bueno, pero estaba tan seguro de sí mismo que la gente
lo aplaudió.
El abuelo sacó
la siguiente conclusión del desparpajo de su yerno: -Ahora, ahí hay algo que
puedes aprender de tu papá: la confianza. El secreto del éxito de un hombre.
No le quedó más
remedio que aprender la lección, primero en la cultura ajena de Indonesia con
un hombre que no era su padre, después en Hawai sin padre o madre y después, en
el inhóspito submundo de la Chicago pobre.
De ahí, vía
Harvard y los senados de Illinois y Washington, llegó a decir en diciembre del
2004: -Me siento cómodo en mi propia piel. La gente ve una autenticidad en mí
que va más allá de las barreras ideológicas. Me atengo a mis principios sin
recurrir a trucos políticos baratos.
Eso lo ha
demostrado durante una campaña presidencial cuya mesura y elegancia se
contrastó de manera chocante con el cínico modelo republicano que patentó Bush
e imitaron McCain y Palin y que consistió en apelar al más bajo denominador
común: el miedo y la división.
Siempre se tuvo
la sensación con Bush de que quiso ser presidente para exorcizar viejos
complejos, para demostrar a su padre y a su madre que, pese a sus pocos
auspiciosos comienzos, podía. Barack Obama, en cambio, declaró a principios del
2007, cuando decidió presentarse a la carrera para la Casa Blanca: -Sólo
aspirar a ser presidente no es la mejor manera de pensar en el tema. Uno tiene que
querer ser un gran presidente.
Las condiciones
para serlo, las tiene. Y para serlo hoy, en la época de la globalización.
Dice su asesor,
David Axelrod, que Obama -es la personificación de su propio mensaje, -es la
visión de sí mismo.
Se refería a su
condición híbrida. Hijo de madre blanca y padre negro, encarna la idea de que
la reconciliación inherente a su persona se debe extender a Estados Unidos y al
resto del planeta para intentar crear una más perfecta unión humana.
Lo veremos con
nuestros propios ojos la primera vez que el Air Force One aterrice en un
aeropuerto europeo, africano o asiático y emerja de la puerta del avión,
sonriente y saludando, una pareja negra.
El pasado
familiar de Obama, sus raíces intercontinentales, su capacidad de ver a su país
desde adentro y desde afuera, lo convierten en el antídoto a la era Bush y en
el prototipo ideal de presidente para un mundo sin fronteras.
En el día de
asunción de Obama, Cristina reclamó el fin del bloqueo en Cuba
LAS SEÑALES DE
CFK
N&P
La presidenta
Cristina Kirchner consideró hoy que el cerco comercial que Estados Unidos
mantiene alrededor de Cuba desde hace varias décadas -no se lo conoce en la
historia del mundo.
-El mundo ha
cambiado en forma definitiva y que parece que algunos no se han dado cuenta,
dijo la Presidenta al cerrar la Segunda Ronda de Negocios entre la Argentina y
Cuba.
La mandataria
ponderó el -inmenso esfuerzo que fue para la sociedad cubana, para sus hombres
y mujeres, poder alcanzar un desarrollo tecnológico de la magnitud que lo han
hecho en circunstancias absolutamente adversas.
Y reclamó:
-Esperamos que algunas barreras definitivamente se derrumben y puedan tener
todos ustedes ese potencia económico, de conocimiento y político para
desarrollar.
Entre los puntos
que destacó durante su exposición, Cristina Kirchner sostuvo que -venimos a
sostener la necesidad de la integración, de la asociación y de la cooperación
sur-sur como uno de los elementos fundamentales para abordar los cambios en el
mundo.
Pareciera que
hubiera sido a propósito que CFK hubiera elegido postergar una semana (por
presuntos temas de salud ) la visita a Cuba para coincidir en este dia - en que
el mundo esta atento al nuevo Presidente de los EEUU - para hacer declaraciones
desde el territorio de la revolucion cubana en su 50 Aniversario.
La visita
oficial de la jefa del Estado concluia el miércoles 21 de enero, cuando estaba
previsto su traslado, junto a la amplia comitiva que la acompaña, a Venezuela.
Estará en el país que gobierna Hugo Chávez hasta el viernes próximo.
En el run run de
los proximos dias en que todo el mundo hablara de los detalles y las primeras
impresiones de la asuncion de Barack Obma, CFK se hara ver con el Comandante
Chavez en Venezuela, seguramente dando declaraciones acerca del bloque del
Unasur, mostrando un frente unido desapegado de los sucesos de la capital del
imperio.
La jefa del
Estado argentino tambien afirmó que Argentina y Cuba -tienen fuertes
posibilidades de ser socios en buenos negocios que redunden en mejores
beneficios para los nuestros pueblos.
Y añadió: -Hay
que construir la sinergia entre ambos países para poder lograr más y mejores
negocios.
Cristina
Kirchner también señaló que la reunión con los cubanos -indica las fuertes
posibilidades que tenemos argentinos y cubanos no sólo de ser amigos, sino de
ser socios en buenos negocios que redunden en mejores beneficios para nuestros
pueblos.
Tras la
entrevista con Raúl Castro, Cristina Kirchner encaraba una jornada dominada por
el contacto con empresarios.
El UNASUR es ya
casi una potencia mundial si profundiza su proceso y en ese caso los EEUU
deberan respetar su propia impronta, ya, desde otra posición que el de simple
patio trasero que ya no quiere ser y no es, de hecho, ya no lo es.
N&P/
Fuente: La
Nacion
Martes 20 de
enero de 2009
Un espectáculo
más grande que el del funeral del Papa
LA ASUNCION DEL
PRESIDENTE TACITO DEL MUNDO
Por Orlando
Barone
01/20/2009
Las mayores
teleaudiencias del planeta suelen darse en los grandes funerales, los grandes
magnicidios, los grandes encuentros olímpicos y en la asunción del presidente
del país más poderoso.
Hoy se cumplirá
ese concepto de récord colectivo.
El pensador
Giovanni Sartori en su libro Homo videns, hace diez años, instalaba la idea de
una humanidad teledirigida. De un
planeta atado y
maniatado cada vez más por las leyes de la comunicación de masas. Sartori cita
a la tragedia de Lady Di en el Puente del Alma, en 1997, como el hecho que más
se globalizó a través de los Medios.
La historia
todavía no había anotado otro hecho aún más propagado: la muerte del Papa Juan
Pablo II en abril del año 2005. Su majestuoso funeral público acumuló un récord
de más de la mitad de los habitantes del mundo atrapados por el majestuoso espectáculo
de la ceremonia final de ese aspirante a santo.
Compiten luego
en amontonamiento de masas las aperturas de juegos olímpicos y campeonatos
mundiales de fútbol. Aquí en la Argentina el funeral de Evita, aquel primer 17
de octubre y la fiesta del mundial de 1978 son históricamente los tres
espectáculos más espectaculares, aunque disímiles.
La muerte y la
fiesta son las cosas que más nos convocan a juntarnos. El casamiento y el
velorio.
Hoy Barack
Obama, el aún no estrenado César del Imperio, atrae sobre si la unánime mirada
del mundo.
Ni cerrar los
ojos, taparse los oídos o encerrarse, exceptúan a nadie vivo de enterarse de
que un hombre joven negro asume el liderazgo de los Estados Unidos y de modo
implícito de toda la trama económica y política de los más de doscientos países
que componen el mapa de la Tierra.
A Barack Obama
se lo celebra y asocia espiritualmente a Lincoln, Luther King y Kennedy.
Inquietante paradoja porque esos tres
grandes líderes
norteamericanos murieron asesinados.
Miles de
millones de seres somos congregados, más allá de nuestras voluntades y de
nuestra ideología, a mirar, contemplar, adherir o rechazar este acontecimiento
planetario.
Y tan
contradictorio que unirá en esa atracción centrípeta a los seres más adversos y
distantes de las sociedades del mundo. Es como una unidad temática y como una
fraternidad inducida.
Estamos ligados
a la esperanza para no estropear el momento, especulando con las desilusiones.
Si Obama es bueno o malo, si tiene el alma negra o el alma blanca es un
interrogante. Lo que sí tiene es un grandioso asiento donde posar sus
ambiciones.
La población de
los Estados Unidos es solo el 5% de la población de la Tierra.
Ese porcentaje
escaso no importa.
Porque un
presidente norteamericano todavía sigue siendo- aún maltratado por las crisis y
las guerras- el presidente tácito del mundo.
CHAVEZ PIDIÓ AL
PUEBLO DESPOJARSE DE ILUSIONES RESPECTO A NUEVO GOBIERNO ESTADOUNIDENSE
Por Anaiz Perez
Prensa
Presidencial Bolivariana
No obstante, el
líder venezolano abogó porque el nuevo Presidente de Estados Unidos marque un
cambio de verdad en las relaciones de Estados Unidos con los países del tercer
mundo
(20.01.09) El
jefe de Estado venezolano, Hugo Chávez Frías, pidió este martes al pueblo
venezolano despojarse de ilusiones con respecto al nuevo mandato de Barack
Obama, quien asume hoy como presidente número 44 de Estados Unidos con el
conflicto de cumplir sus promesas electorales en medio de una crisis económica
y las guerras en Iraq y Afganistán.
-Nadie se haga
aquí ilusiones, insistió el mandatario nacional durante un acto político que
encabezó en el estado Anzoátegui, en donde enfatizó que ninguna gestión
contraria al proceso que impulsan gobiernos emergentes se verá empañada por pronunciamientos
imperiales como los que ya ha realizado el nuevo Presidente de Estados Unidos,
quien en días recientes señaló que -con respecto a Venezuela, Chávez es una
fuerza que obstaculiza a Latinoamerica.
-Por nuestra
parte nosotros seguiremos, independientemente de quien sea el Presidente de
Estados Unidos; independientemente de la política exterior de este Gobierno. La
Revolución Bolivariana seguirá avanzando, construyendo la independencia de
Venezuela, la independencia, porque de eso se trata, subrayó el mandatario
nacional.
El presidente
Chávez, sin embargo, citó las recientes palabras de su homólogo brasileño, Luiz
Inácio Lula da Silva, quien manifestó sus deseos de que Obama -mire a la
América Latina con una nueva mirada, con un nuevo enfoque de respeto a las
democracias que marchan y avanzan en nuestras tierras.
-Desde aquí
saludamos al pueblo de Estados Unidos de Norteamerica. Pueblo de Estados
Unidos: te saludamos, expresó. Hizo eco de su alegría porque se va un Gobierno
[el de George W. Bush], quien -llenó de terror y violencia al mundo.
-Adiós, señor
Bush.
El Presidente
rememoró que Bush sale de la Presidencia de los Estados Unidos -con uno de los,
o si no, con el más bajo nivel de aceptación que Presidente alguno en Estados
Unidos y en el mundo haya tenido desde que se hacen encuestas y mediciones de
opinión.
-Es el señor
Bush el presidente más repudiado en su propio país y en todo el mundo, y ojalá
al llegar, el nuevo Presidente marque un cambio de verdad en las relaciones de
Estados Unidos con los países del tercer mundo, refirió.
Tras ocho años
de gobierno de Bush, Obama ahora tiene la tarea de cambiar la imagen de Estados
Unidos ante el mundo, ponerle fin a la guerra en Iraq y enfrentar la crisis
financiera, problemas heredados pero que marcarán su gestión.
Respecto a este
escenario, el jefe de Estado venezolano fue enfático al señalar que en
Venezuela continuará -la batalla contra la burquesía, y la lucha contra el
imperio que pretende dominarnos de nuevo.
AP/
SAN OBAMA A
VECES ES NECESARIO QUE ALGO CAMBIE PARA QUE TODO SIGA IGUAL
Por Jorge Degli
Innocenti
Parece que el
Norte de América hoy están de Fiesta. Quisiera compartir la alegría de quienes
se manifestaran hoy en las calles de su capital, por lo menos en un punto, se
terminó la era Bush.
Tema que en
nuestra cocoliche sociedad política educada y no guaranga, es visto como otra
de las maravillas de la democracia americana, que con sus primarias,
bipartidismo, fenomenales despliegues de coberturas mediáticas, hacen ver como
4 o al o sumo 5000 personas en un estadio lleno de globitos, estrellas y
cartelitos, se presentan los candidatos, siempre rodeados de especies humanas
diversas, fundamentalmente las exóticas o en todo caso incluyendo en estas a
los autóctonos, pues como bien sabemos toda América se nutrió de la Inmigración
a costa de los naturales.
Sin abundar
diría que todo esto es lo vemos, escuchamos y leemos, pues todo lo que pasa en
la Madre Patria es importante para nosotros.
Dije que
quisiera compartir aunque sea esa única alegría con los yanqui's, (será en este
momento correcto llamarlos así, a esa multitud multiracial que hoy se juntará
en los solemnes festejos), de la partida de Bush.
Aunque en lo
íntimo lo voy a extrañar, pues el SI representa al enemigo Yanqui que siempre
luchamos y combatimos, el que con sus medidas , sus guerras, es Los EEUU.
Pero mis temores
se llaman Barak Husseim Obama, pues pese a venir precedido por algunos datos
interesantes sobre sus preocupaciones sociales, su open main, su origen étnico
diverso, su pluralidad de ideas y su transvesalidad propuesta de juntar a los
mejores sean democratas, republicanos, ó independientes y su respeto a las
minorias de toda clase.
Giuseppe Tomasi
di Lampedusa, decía en su única novela -A veces es necesario que algo cambie
para que todo siga igual..
Y aca es donde
desde hace un tiempo, esta frase me despierta la desconfianza, realmente este
Presidente será el cambio.
Estoy convencido
que para los vecinos del Norte seguramente, pero para nosotros el resto de la
América, esto será bueno?, o aunque sea simplemente inocuo.
Y de esto estoy
convencido que NO, desearía no ser tan escéptico pero, tendré que ver para
creer.
Siempre y lo
demuestra la Historia, para estar bien el Norte, el Sur no la pasó bien.
Nadie que llega
de una nacionalidad adquirida por casualidad, que se crió en unas islas, hijo
de un matrimonio multiracial, con preocupaciones sociales, de tez morena, pues
técnicamente si cabe el termino no podría se definido como un afroamericano de
tiempo completo, estudie eh Harvard, presida su principal revista de leyes, y
sea candidato a senador y logre, o sea se convierta como dicen los de allá en
un padre de la patria, etc. etc. y hoy cumpliendo el American Dream, llegue
desde lo mas bajo de la sociedad a la Presidencia de los EEUU, no sé, algo
podría oler a podrido en Dinamarca.
Si nos formamos
políticamente y la historia se encargó siempre de reafirmarnos lo cierto que
resulta, que Gobierne quien Gobierne en el imperio, nosotros nos jodemos de una
u otra forma.
O a caso nos fue
mejor con los Kennedy, los Carter, o con Clinton, no muchachos, estos tardan en
mandar marines, pero nos dominan con los diplomáticos y economistas que con una
sonrisa nos acuestan. O Clinton al igual que Bush padre no respaldó las
políticas de los Noventa igual.
Los cipayos
locales, prensa, lobbys e incluso políticos, compañeros o nó, compraron al
igual que hoy la oferta, y nos sentíamos parte de ese mundo VIP, obviamente con
las excepcionéis notables que las hubo, y una mayoría silenciada, aplastada
pero resistente, por los medios que hacía parecer que todos estaban de acuerdo
al a brújula que apuntaba al Norte.
No creo que
Barack Husseim, (será primo del cuco de Iraq), sea alguien que se les escapó
del sistema, creo, salvo pruebas en contrario, es un claro ejemplo de
Gatopardismo, si tuviese un comportamiento distinto el Stablishment lo hubiera
condenado.
Creo
honestamente que Mc Cain y su vice presidente erán claramente la cara del enemigo
tradicional que conocemos, un cowboy de ley, y no presentaba fisuras,
seguiríamos teniendo al enemigo claramente identificado.
Bueno basta de
reflexiones, quizás me esté equivocando, y a partir de mañana, como dice
Cortez, comenzaré a vivir la mitad de mi vida, con los EEUU, preocupados por
los países emergentes, con sus ejércitos tras sus fronteras, abierto a las
economías en desarrollo del mundo, con sus empresas y sus lobbys trabajando
para una mejor calidad de vida para todos, fomentando la verdadera integración
de los habitantes de su Nación, sumándose al esfuerzo de las nuestras por salir
de las crisis, convirtiendo el sueño de una América unida, con un capitalismo
de fuerte contenido social, donde las campaña al exterior se vinculen a la lucha
contra el hambre, reduciendo los capitales que se invirtieran en la industria
bélica, y tanta otras cosas mas que soñamos desde este lejano Sur de América.
Si alguna de
estas cosa empieza a suceder, empezaré a pensar en que es hora de pensar en dar
algún crédito, y quizás esboce una sonrisa y hasta me alegre un tanto, si
sucediera el Cambio, pero el que nos contenga a todos, orgulloso reconoceré mi
falta de Fe y mis errores de interpretacion.
Mientras tanto,
seguiré creyendo que Cristina, hoy está bien que esté en Cuba, al final de
cuentas, con todos los quilombos, errores y aciertos, Fidel Castro, vio pasar a
mas de 8 presientes e los eeuu, y el y la realdiad de la isla siguen incólumes.
Y esto me lo
dijo un viejo cubano del exilio, ya con admiración a su viejo adversario.
Ya habrá tiempo
de estar con el primo de Husseim, pues si de nosotros necesitan algo, lo
vendrán a buscar, esta vez con pocos marinos, con una sonrisa y una palmada,y
nos tendrá siempre de la vereda de enfrente, pero si es el cambio es en serio
para integrarnos, constituir una gran nacion americana, justa, libre, y unida,
será una obligación estar allí.
Mientras tanto,
sigamos batiendo nuestro propio tambor, no compremos pescados de colores,
seamos escepticos, asta que nos demuestren lo contrario, ya que mas temprano
que tarde llegará la Hora de los Pueblos.
JDI/
POR DEBAJO Y POR
ENCIMA DE OBAMA ESTÁ EL IMPERIO.
Por Benjamín
Forcano. (*)
España.
La estela
imperialista de Estados Unidos es larga, pero para quien quiera entenderla un
poco no tiene sino seguirla desde los años 90 hasta hoy.
Fue en el año 91
cuando se produjo la brutal caída de la Unión Soviética y el mundo dejó de ser
bipolar.
Al mundo le
rebrotó una gran esperanza.
Parecía iba a
cumplirse lo establecido por la ONU en 1945: -Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados de razón y conciencia, deben
comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Con razón, hay
autores que llegan a decir que -Los derechos humanos definen el horizonte de
nuestra historia.
Y sobre la
igualdad entre estados y pueblos cabría decir lo mismo, pues un país pequeño,
Nicaragua por ejemplo, tiene la misma soberanía que Estados Unidos.
Pero, a la
orilla de la caída, estaba al acecho la oligarquía del capital financiero, que
enseguida apostó por no contar con las organizaciones multilaterales
existentes, incluida la ONU y apostar por la fuerza militar del poderío
estadounidense.
En el mercado
mundial optaron por la mano invisible que controlaban a perfección,
despreciando toda norma que intentara dar sentido humano a la economía.
Apenas pasaron
unos meses y las esperanzas de un acuerdo universal entre los Estados y de un
Derecho universal en lugar de la violencia del más fuerte, se vinieron abajo:
imperio norteamericano contra democracia planetaria.
Dicha
oligarquía, ya antes del 90, había transformado el Estado en factor para la
realización de los intereses privados. Lo que se pensó que era un estado
nacional se convirtió en imperio: fuerzas armadas, sistemas de escucha
internacional, aparatos de espionaje e información, puro instrumento de
expansión y protección del capital financiero.
En el 96, Jesé
Helms -presidente de la comisión de asuntos exteriores del Senado- dijo: -Estados
Unidos deben dirigir el mundo portando la antorcha moral, política y militar
del derecho y de la fuerza.
Thomas Friedman
-consejero en la administración de Clinton- era más explícito: -Para que la
mundialización funcione, Estados Unidos no debe tener miedo a actuar como la
invencible potencia que es en realidad.
Quedaba así
reafirmado el dogma ultraliberal: voluntad absoluta de imponer y dominar sin
idea alguna de solidaridad internacional.
Estados Unidos
se consideraba por encima de toda ley, sujeto únicamente a sus propias
instancias y podía permitirse no ratificar la Convención que prohibía las minas
antipersona, rechazar el principio de una Justicia Internacional y desechar el
Tribunal Penal Internacional, que establecía por primera vez que cualquier
político o militar responsable debía rendir cuentas por la violación del
Derecho.
Gobiernos
aliados o amigos gozarían, ante la trasgresión de leyes internacionales, del
consentimiento –tácito o explícito- de Washington. Hubo oposición también a que
los países pobres pudieran acceder a los medicamentos del sida y al
reconocimiento, entre los derechos humanos, de los derechos económicos,
sociales y culturales: -Para un analfabeto, escribe Jean Ziegler, la libertad
de expresión no tiene sentido.
Todos los
derechos son interdependientes y deben ser reconocidos, pero para el imperio
los derechos económicos, sociales y culturales no pueden existir como bienes
públicos.
Son millones los
pobres que viven en extrema pobreza. Pero, eso no es competencia del mercado.
George Bush
-enero de 2001- entra en escena política como guardián de los intereses
planetarios de los oligarcas.
Personajes bien
conocidos en la política estadounidense han afirmado categóricamente: -La
administración Bush sólo se entiende desde el poder del petróleo y de las
industrias del armamento.
Los principales
dirigentes de su gabinete proceden de los medios petroleros tejanos: Jeff Bush,
Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Condolezza Rice, etc.
Su prepotencia
les ha llevado a suprimir el control de los paraísos fiscales, a los que les es
esencial la evasión fiscal y el blanqueo de dinero, así como a rechazar en el
año 2001 -frente a 143 estados signatarios- cualquier normativa o protocolo que
pretendiera controlar instalaciones para producir armas biológicas, lo que no
les ha impedido erigirse en acusadores de otros estados que intentaban hacer lo
mismo.
Si no se cumple
con este deber, ¿cómo puede impedir que Irán haga lo mismo?
Unilateralmente,
en el 2001, el presidente Bush anuló el protocolo de Kyoto que, en diciembre
del 2001, habían ratificado ya 84 Estados.
También anuló el
tratado para el control de los misiles balísticos internacionales.
Cuando en
noviembre del 2001, se libró la batalla del Kunduz, Donald Rumsfeld, contra la
Convención de Ginebra, se negó en dos ocasiones a aceptar la rendición que los
combatientes talibanes ofrecieron. Rumsfeld exigió que fueran pasados por las
armas.
Sin que a nadie
se le ocurra excusar el fanatismo y la responsabilidad de la yihad en el
atentado de las torres del Wold Trade Center, hay que reconocer que el
integrismo de la índole que sea se nutre de la exclusión y de la miseria.
-La lucha contra
el terrorismo es también y de forma necesaria una lucha contra la pobreza
extrema, contra la denegación de la justicia y contra el hambre (Jean Ziegler).
La política de
Bush avanzó en la dirección señalada por sus asesores: -El libre intercambio
promueve los valores de la libertad.
La campaña
mundial antiterrorista -o a favor de la privatización del mundo o contra
nosotros, aseguró el ascenso imparable de los gastos militares.
Los tres
principales lobbistas de la sociedad armamentística Carlyle Group son: el padre
de George Bush, James Baker (ex secretario de Estado), y Frank Karlucci
(antiguo secretario de Defensa).
No hace falta ni
reseñar lo ocurrido con la guerra del Irak, Guantánamo, y, últimamente, con el
apoyo a Israel en la invasión de Gaza, etc.
La pestilencia
de esta política se pretende, a veces, legal, pero llega hasta lo más alto.
Y si alguna
novedad tiene el imperio norteamericano es que sus guerras de agresión las
pagan sus aliados y víctimas.
Paúl Kennedy,
ante las gigantescas inversiones financieras militares, ha dicho con toda razón
que -Estados Unidos tienen firmemente atrapado al planeta entre sus garras.
Para impedir la
extensión de un pensamiento crítico ha sido férreamente operativa la censura
impuesta por el mando militar que intentaba ocultar los millares de víctimas
destrozadas por las bombas en Afganistán y en otras partes.
Encubridoramente,
la prensa de gran tiraje no ha publicado apenas nada sobre estas masacres o
bombardeos.
Y, lo más
extraño, el mundo ha aceptado como terroristas a los que Bush ha designado como
tales.
Y esos tales son
todos aquellos que se oponen a organizar el mundo como a ellos les conviene.
Al concluir esta
lectura, es posible que el lector se haga estas o parecidas preguntas:
-Obama,
estadounidense, que vive en ese imperio, es proclamado presidente este 20 de
enero.
¿No servirá la
faraónica ceremonia para distraerle de la faz siniestra de ese imperio y
hacerle gustar sus grandezas patrióticas y así entrar en la trampa de la
oligarquía financiera y militar?
-Sin poner en
cuestión sus sueños y propósitos de cambio, ¿Podrá Obama, tal como ha
prometido, dar un giro a su política internacional desde la letra y el espíritu
de la Carta de las Naciones Unidas? ¿Con qué poderes, recursos y apoyo social
cuenta?
-¿El peso
preponderantemente pernicioso del imperio norteamericano es de ahora y, por lo
mismo, de fácil neutralización o lo es de una larga praxis histórica, que
imprime carácter no solo en los políticos sino en grandes sectores de la
población?
No obstante, los
sueños hay que mantenerlos pese a lo adverso de la realidad, porque -es
luchando por lo imposible como se llega a lo posible.
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