“Un corazón de papel…”
Por: Bartolo Boyer
Otaño
Relato
¡Mire usted
pues…! “Yo que cabalgué tierras y mares…todos los linderos de la plebe…sin percance
ningunos, ¡y de pronto! Cuán si fuera un “hechizo”, el “junco”, besa la luna…” ¡No
puede ser…! ¡No puedo creerlo…! ¡Esto está mal…! Tanto tiempo esperando un
corazón baldío, para llenarlo con mis sentimientos puros y sinceros…y sin
darme cuentas, soy victima de una jugarreta… carambola y suerte a la vez, de
una mujer esbelta, de ojos bellos y piel de ceda… que, no guarda, ni recuerda,
si la amas o la dejas (…), ¡algo sí! como un corazón de papel…
Ya nada se puede hacer… los “hilos con los que ayer
bordaste, se enredaron en mi piel… ya no juegas mariquitas….”, tienes marcas
del ayer… y en tus besos sin deseos… ¡Allí! ¡Allí! Allí, pude sentir un corazón
de papel…
Y en un silencio moribundo, a los lejos pude oír,
¡se avecina un querer…! ¡Inesperada reacción! Sentí miedo, dudas y desvelo, se
me nubló la razón (…), el anuncio me dejó triste, cabizbajo, sin ganas de volver
a empezar… y en mi mente un “eco”, que rezaba: “No quiero encontrar un corazón
muerto”, en las copias de papel…
Cual si fuera una musa, que me pone a soñar…en una
vida tan divina y tan real… un cordero, un chiquero, un caballo, y un jardín
lleno de rosas… y unos niños correteando sin parar… jugando al Quijote…en la espalda de papá… ¡son increíble…! como vuela la imaginación…
No existe nada de nada… no hay drama, ni escena, no
hay nada, en tan sólo una noche de
relación… ¡Excepto! ¿Qué pasará mañana (….), cuando vuelva a despertar…?
¿Dónde viven las cigüeñas? Pregunté: ¡Yo lo
quisiera saber…! ¡Una mujer tan hermosa y no tiene un bebe…! ¡Caray! Y un anciano que fumaba su pipa, en un
zaguán, con la mirada perdida hacia el horizonte, donde muere el sol… de nombre: Kintín Del Barrio,
respondió diciendo: ¡Pues, mire mi forastero! Algo usted desconoce y lo tiene
que saber, aquí todo mundo tiene las fechas y las horas… y conoce el manantial,
para saciar su sed… y sentir a plenitud…
sin compromisos ningunos…ni preguntas molestosas, como son: ¿Dónde tú estaba…?
¿Para dónde vas…? ¿Me comprendes “cimarrón”, ( refiriéndose a mi persona), a lo que yo respondí: ¡ Bien
claro, y preciso, he comprendido señor…!
Según Del Barrio, las viejas leyendas, hacen dueto
con el ayer…y dicen las malas lenguas, que esa joven del perfil… tiene mucho… y
tiene poco... ¡nada nuevo la inmuta! Ella, vive y goza del placer… pero por
dentro tiene un corazón de papel…
Un viaje que no olvidaré… una aventura que no soñé…
debilidad o seducción (…), ¡Eso no lo sé…! Pero las faldas de las mujeres me
ponen un poco saladito… (No paro de sudar…),
Escapé de mil batallas… y me esperó la ocasión… el más propicio escenario,
donde pierde la razón… y donde se juegan a la ruleta rusa, apostando el corazón…
ella duerme, y yo la miro, la observo, la contemplo… nada me quiero perder; su
cuerpo, su delicadas manos, su parte más femenina… sus pechos maternales, (sin
nada de alteración… más que, un pequeño lunar en la parte posterior del seno izquierdo).
“Sigo alucinando…”, y calmo mi ansiedad, rosando
mis dedos por mi olfato…en ellos permanece aún la esencia de su aroma… sería
una locura (…), amar a una mujer que acabo de conocer… quien yace en una cama
desnuda, (imágenes al estupor…), en poses improvisadas… a quien sólo conozco como
por el seudónimo “Linda”, (La mujer de
la estación), ¿…? Si es falso, no lo sé… somos impostores los dos (…), sin testigos, ni besos de despedidas; para ella,
sólo un adiós…
(En lo más profundo dela tristeza, “vive un canto
de alegría”, que con sus lágrimas y alevosía les dan fuerzas a la emoción… y como cantos de
sirena, anuncian como sufre el corazón… ya no duele, ya no siente, ha perdido
el valor… enmudece la ternura y se muere el corazón… ¿Dónde viven las caricias…que
ayer irisaron mi piel…? Suavemente y escurridiza
se ha escapado mi bien… siluetas de
pantomimas, acompañan el vaivén… ilusiones que se que se pierden, en corazón de
papel…)
Y seguiré rodando…caminaré por las veredas,
conquistando la suave visa de la pradera… (No sin antes saber, ¡que ella,
alteró mis venas! Pues, yo inocente sin
saber, que en su pecho ella guardaba un corazón de papel… (El tiempo vuela… y
la historia queda…).